El esperpento humano no  tiene límites, como su estupidez. Nuestra estupidez. Ahora nos  asombramos de que los Estados Unidos escondiera sus atrocidades. Y quizá  algún ingenuo de que las hubiera. A mí me enseñaron, de pequeño, que el  hombre es el único ser que puede autodestruirse e ir contra sí mismo.  Es libre y puede hacerlo: puede romperse a trizas a sí mismo. Y una de  las maneras es hacerlo con otros hombres. Matar destruye y me destruye:  la espiral del odio y maldad es a cada paso mayor. Deberíamos saberlo:  basta mirar en nuestro interior y aceptar humildemente que todos somos  capaces de todos los horrores y de todos los errores, como decía un  santo de mi devoción. Añadía, para darle mayor relieve a su  consideración, que para cambiar el mundo, había que empezar por uno  mismo: "Así habrá un granuja menos". En eso estamos.
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