Seamos felices mientras podamos (y en vacaciones)

Además de un espectacular meme disléxico, la frase "seamos felices mientras podamos" incluye una verdad poco transitada en nuestro siglo: la unión entre trabajo y felicidad. La visión católica tiene mucha luz que aportar en este asunto.

Salta a la vista que muchos consideran el trabajo como poco menos que una tortura en sí. "Todavía es martes" o "¡por fin es juernes!" son dos tonterías habituales en boca de muchas personas.

Que hay algo desagradable en el trabajo, todos lo sabemos. El hablar normal —y quizás ya poco habitual— así lo sugiere: "este pantalón lo tienes ya muy trabajado; cámbiatelo". El trabajo desgasta.
¿Pero es lo único que hace? Es más, ¿es lo que consigue de modo primario? ¿No será ese desgaste una consecuencia habitual pero no necesaria en su esencia, sino algo debido a la inevitable corporalidad y temporalidad?

Por pasos, que la sociedad actual es tozuda.
"La pasión es el motor del trabajo"
Así lo decía Pep Guardiola, y muchos otros expertos en psicología positiva. El Banc Sabadell lo tomó clave de su anuncio.
Como excepcional entrenador que es, podemos disculparle el error de matiz. Es pequeño, pero se agranda, sin duda, al estirarlo. La pasión es un motor del trabajo, pero no el único. 
¿Es mejor trabajar de modo apasionado? Es más apasionante, por obvio que parezca, pero no mejor. No es lo mismo el sentimiento (pasión vale igual) que el bien, por mucho que tantísimas veces vayan de la mano el bien y el natural y consecuente deleite o placer. Sobre esto hablaron —y siguen haciéndolo— muchos filósofos y gente pensante. Me quedo con la reflexión, medida como pocas, de Tomás de Aquino. Quien quiera, que vaya y lea, sobre todo el artículo 4º: ¿Es la delectación la medida o regla según la cual se juzga del bien o del mal moral? Spoiler: sí, pero depende de cómo. (Ya hemos explicado en qué sentido unas líneas antes). 

¿Qué hay de positivo en trabajar? ¿Qué es trabajar, de hecho? Vayamos al grano. El trabajo construye: me construye, construye a los demás, y al mundo mismo... y me asemeja a Dios. Casi nada. 

Vamos a un gran escritor, Nikolai Gogol. Para él, el trabajo es fuente de alegría y, como acabamos de asegurar, lugar en que nos parecemos al mismo Dios. Así lo explica en "Almas muertas", desde el año 1842:
“Yo, se lo aseguro, si un carpintero maneja bien el hacha, soy capaz de quedarme dos horas mirando. Para mí, el trabajo es fuente de alegría. Y si además comprende uno que todo esto se hace con un fin determinado y que las cosas se multiplican alrededor, produciendo nuevos frutos, entonces no soy capaz de explicar lo que uno siente. Y no porque el dinero aumenta -el dinero es cosa aparte-, si no porque uno ve que todo eso es obra suya; porque uno se da cuenta de que es la causa de todo, creador de todo, y que uno, como si fuera un mago, va esparciendo la abundancia y el bien. ¿Dónde encontrará usted un placer igual? -prosiguió Konstanzhoglo, y levantó la cabeza. Las arrugas habían desaparecido de su frente. Resplandecía todo él como un rey en el día de su coronación-. ¡En todo el mundo no encontrará un placer semejante! Aquí justamente aquí, es donde el hombre se asemeja a Dios. Dios se reservó la creación como placer supremo y exige en el hombre que él también, a semejanza del creador, siembre la prosperidad en torno suyo. ¡Y todavía dicen que esto es una labor aburrida!”
Aparece en este texto de Gogol una de las claves más importantes: la finalidad... y una que va más allá del dinero: "el dinero es cosa aparte". Por raro que parezca, lo mismo asegura Robert Kiyosaky, el gurú de cierto tipo de economía y autor de Padre Rico, Padre Pobre. Algunos hombres no quieren eso:
-¿Y por qué tú no eres rico, papá? -pregunté.  
-Porque escogí ser maestro de escuela. Los maestros de escuela no piensan realmente en volverse ricos. Solamente nos gusta enseñar. Me gustaría ayudarles, pero yo no sé realmente cómo hacer dinero.
Y no son solo los maestros. Otro tanto pasa con los bomberos, enfermeros y demás personas que ejercen trabajos denominados comúnmente como vocacionales. Kiyosaki no es ajeno a esa visión de la vida, aunque a menudo pueda parecerlo. Por eso dedica su libro a los padres, "los primeros maestros". 
George Eliot (Marian Evans) añade más pólvora a este pack de ideas. No todos los hombres serán famosos por su trabajo, pero...
El bien del mundo depende en parte de actos que no constan en la historia. El hecho de que las cosas no estén tan mal para mí y para ti se debe, en parte, a aquellos que vivieron fielmente una vida oculta y descansan en tumbas que nadie visita. 
Decíamos al inicio que la visión católica puede aportar una visión diferente del trabajo. Vayamos por ella. En cuanto a los santos que han hablado del trabajo, traigo conmigo dos citas suculentas y luminosas, además de las que el Fundador del cristianismo mismo dejó sentadas. Van aquí dos ideas del mismo Jesucristo, que hacen de contrapeso una de la otra: 
“Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo”, 
"¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida?”
El trabajo es para el hombre, y no el hombre para el trabajo. El descanso es igual de importante que el trabajo, porque el trabajo no es solamente algo exterior, pero también conlleva algo así. 

Más allá de Jesús mismo, algunas personas que le han sabido imitar bien. El primero, san Juan Pablo II: 
“No hay vocación más religiosa que el trabajo. Un laico católico es alguien que toma el trabajo en serio. Sólo el cristianismo ha dado un sentido religioso al trabajo y reconoce el valor espiritual del progreso tecnológico”
El segundo, san Josemaría, en Conversaciones
“Y como la mayor parte de los cristianos recibe de Dios la misión de santificar el mundo desde dentro, permaneciendo en medio de las estructuras temporales, el Opus Dei se dedica a hacerles descubrir esa misión divina, mostrándoles que la vocación humana —la vocación profesional, familiar y social— no se opone a la vocación sobrenatural: antes al contrario, forma parte integrante de ella”.

En Forja (nº 702), insiste y compendia de maravilla qué puede ser una visión integral del trabajo, amplificada por la visión cristiana: 

Las tareas profesionales —también el trabajo del hogar es una profesión de primer orden— son (1) testimonio de la dignidad de la criatura humana; (2) ocasión de desarrollo de la propia personalidad; (3) vínculo de unión con los demás; (4) fuente de recursos; (5) medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que vivimos, y de fomentar el progreso de la humanidad entera...   
—Para un cristiano, estas perspectivas se alargan y se amplían aún más, porque el trabajo —asumido por Cristo como realidad redimida y redentora— se convierte en medio y en camino de santidad, en concreta tarea santificable y santificadora. 
Y ya no hace falta decir nada más.
Seamos felices mientras podamos podar.

Comentarios