Diario de las JMJ (21.8.2011)

I.
Noche corta, llena de lluvia, trozos de paja por la cara e incrustados
en las piernas, ruidos y tambores, acordes y músicas... hasta que, a
las 7:00, el speaker grita a pleno pulmón: "¡Buenos días,
peregrinos!". No hace falta expresar lo que mi cabeza ha dicho. He
seguido durmiendo un poco, apurando: con lo que costó. Pero hacía un
sol radiante. O, mejor dicho, "y hacía un sol radiante". Supongo que
uno de los efectos de la lluvia ha sido ese: limpiar el cielo y
refrescar algo la noche, además de generar diversión a mansalva. (Hoy,
ya en casa, cómodamente ante mi ordenador, lo veo todo de otro modo.
He leído un pie de foto de un diario: "abnegación bajo la lluvia",
decía. Lo hemos comentado con unos amigos: ese tipo no estuvo allí, o
estaba en otra onda. Lo que la gente hizo es pasárselo en grande. Por
fin he visto las fotos y videos del Papa, a quien se ve con algo más
que una sonrisa comedida. ¡Grande, el Papa! Por lo visto, no quiso
irse, mientras Rouco perdía los papeles por saber qué había que
hacer...). He de decir que, con todo, he dormido bien, gracias a Dios
(nunca mejor dicho). Total, que, después de despertar a la gente (a
los dos que quedaban por despertar. Dos de veinte... Y lo digo sin
ninguna vergüenza...), hemos desayunado lo que hemos podido. Todavía
había tiempo. Es más, con esas Misas tan largas, da hasta tiempo de
comer mientras. No lo haremos, claro está: no ha habido necesidad. La
mala noticia de la mañana la retransmiten los speakers: "por la
ventolera, se han partido las carpas y no se podrá comulgar". Es una
lástima, porque por la tarde va a ser difícil. Bueno, nadie está
obligado a lo imposible, así que habrá que hacer una comunión
espiritual y, circulando...

II.
Esto será un poco escatológico, pero me hace cierta ilusión
comentarlo, porque, en el fondo, es edificante. Después de desayunar,
nos hemos desplazado en grupo hacia un lugar que reuniera dos
condiciones: cerca de los baños y grifos de agua, y cerca de una
pantalla. Bingo. Hemos ido al baño y a lavarnos, por aquello de ser
persona cuanto antes. Y aquí viene lo ejemplar. Primero, y es lógico,
separación entre hombres y mujeres. La cola de las mujeres es más
larga, por razones igual de obvias. Los grifos de agua fresca no son
separados. Una risa: ese es el resumen. Primero: nadie se empuja ni se
grita. Segundo: cero streptease. Ni mucho menos, sino todo lo
contrario: un decoro, modestia y pudor (palabras antiguas) que dan
gusto. Tercero: contrastes hilarantes. Tengo a mi izquierda un tipo
con el pecho descubierto y los gayumbos parcialmente al aire que, sin
embargo, se está peinando con una limpieza y pulcritud ejemplares.
Cuarto: delante de mí, una chica ¡se limpia los dientes! Bien pensado,
en su boca va a entrar Dios. No está de más. Otra lección. En fin, que
en pocos minutos hemos recuperado la condición humana y nos unimos al
grupo para empezar a asistir a la Misa con dos millones de tipos
jóvenes. Supongo que hoy las iglesias sí estarán llenas de gente
mayor: los jóvenes están allí. Y no son pocos: los apóstoles,
pescadores rudos, eran 12. O menos, que había un banquero ladronzuelo.
O ladrón, que no valen diminutivos.

III.
Otra lección en vivo y directo de no juzgar a la gente. Delante de
nuestro grupo, y con gran dosis de cara dura, un quillaquer y su
Jenny. Para más inri, se llama así. Digo lo de la cara dura porque se
ha puesto con su esterilla justo en el medio de la carretera, que los
demás dejábamos libre "por si el Papa pasa" y eso. Se sienta el tipo
con su camisucha de sobacos al aire y tirantes, bien prieta al
musculoso cuerpo. Gafelas de sol de un palmo, y pelo pincho, bien
rapadillo, con cresta Ronaldo. A su lado, "su pelirroja chorba", que
va de verde turquesa: hortera al cuadrado. Es una estampa más que
simpática. Deben de ser novios, por lo visto. Empieza la Misa y se les
acerca un tercero. El grupo, que ahora de tres, sigue la Misa con dos
folletillos. Y se levanta cuando toca, y se arrodilla, y lee... Y yo
me trago mis pensamientos. Pero los escribo porque me hace gracia lo
palurdo que soy... y somos, porque hoy, en la comida, otro ha
comentado esta misma impresión. De él he sacado el nombre de la chica.
Una risa.

IV.
La consagración: mucha gente se arrodilla. Silencio brutal. Increíble.
La Misa está acabando. (No voy a comentar la homilía porque prefiero
que la gente la lea. Sin desperdicio, lógicamente). Vamos a ver si
podemos comulgar, visto que han dicho que no se iba a poder. Cogemos
los bártulos y nos vamos derechos al altar. De paso, nos acercaremos a
la salida. No hay manera. Pero, en el trayecto, vemos a gente
conocida. El Papa está acabando la Misa. Se comunica que ¡nos vamos a
Brasil! Luego, el envío misional, que así le llaman. El Papa reparte
estopa a diestro y siniestro: "no os quedéis lo bueno que habéis
recibido para vosotros". Y "cuando volváis y os pregunten qué tal,
¿qué les vais a decir? Dadles a Jesús". Palabras impactantes. Está
todo en internet. Espero que la gente lo busque. Yo estoy en ello.

V.
Salimos y todo es mucho más rápido de lo que esperábamos. Ese "más
rápido" implica coger dos trenes de cercanías -en lugar de metros- y
luego dos líneas metros. Para llegar al tren, caminar entre mucha
gente. Un par de coches están metidos entre el gentío. Les hacemos
broma: "¿caben 500?". Responde: "dos sí; más, no". Grande, el abuelito
de la gran sonrisa. Luego llega el otro coche. Va de copilota una
chica muy simpática. Nos ofrece una galleta. Uno de los nuestros, algo
maleducadote, le grita: "¿sólo una?". Y nos las da todas. Grande, la
chica de la sonrisa bonita. Al cabo de un rato, con la estación a un
mísero paso de cebra, paramos en una gasolinera con estación de
servicio. Y compramos una coke y una fanta de naranja, con sus vasos,
para 20 tipos. Con poco nos conformamos, sin duda, pero es suficiente,
y la pasta va justa. Ha sido, comentamos, "un líquido reparador".
Grande. Ya en el tren, sentados, comprobamos el acierto de no haber
cogido el metro, gracias al buen aviso de un policia-armario. Llegamos
al Colegio Aldovea hechos polvo, pero muy contentos. "Ducha
reparadora" es el hashtag verbal más repetido por la gente. Uno, más
mayor, se ducha a base de pura manguera helada. "Esto es lo mejor",
dice con la voz entrecortada por lo fresco del asunto, y unos gayumbos
amarillos de los más horteras. He de reconocer que de buena gana me
habría dormido en la ducha. Pero había gente esperando. Ya se sabe.
Después, con la gente duchadita y limpia, nos tumbamos a comer en el
césped del colegio. Eso, los que no había comido del todo en la
gasolinera de antes. Después de comer, nos meteremos en el bus. Lo
malo es que ese "después de comer" no es, para nada, inmeditado: una
hora, poco más. Ya en el bus, Rosario. Y sueño. Todo el bus en
silencio. El conductor, el bueno de él, da algún que otro frenazo, y
me desvelo. Por eso sé que todos duermen. Ciertmante, es algo
fastidioso. "Pero da igual, ya dormiré más tarde", me engaño con
éxito. Poco más que comentar. El sacerdote, experimentado como pocos,
da una meditación ex abundantia cordis (de la abundancia de lo que
lleva en el corazón, repleto de cosas increíbles de esos días).
Preciosa. Sigue el sueño. Paramos a merendar. Detengas el bus donde lo
detengas, da igual: está abarrotado de gente que se va de vuelta a
casa. Saludos, zumos, cigarrillos... y al bus. Cenamos en Lleida. Otra
vez el hastag del día: spaghettis reparadores, que no sólo somos alma.
¡Madre mía! Parece que hasta están buenos. A decir verdad, mirando a
los chavales quinceañeros, se diría que no ha dado mucho tiempo a
saborearlos. De nuevo al bus. Dos horas más tardes, llegaremos al
colegio de donde habíamos salido. Y a las 2 de la madrugada, los
párpados podrán cegarnos temporalmente, como está previsto.

VI.
Nada puedo decir del encuentro del Papa con los jóvenes. Sólo lo que
me han dicho: que les ha pedido que sean generosos con Dios, porque la
gente necesita curas. Y otro tipo de personal entregado a fondo entre
sus iguales, sin distintivos de ropa... con un lucero invisible en la
frente. Bueno, eso ya es de mi cosecha... y del Apocalipsis. Mañana
pondré otra entrada con datos más genéricos y reflexiones sobre lo que
queda y lo que no permanece, después de eventos como este. Ciao!

Comentarios

Nico ha dicho que…
¡Grande!