Dejar de fumar

Hace escasamente una semanilla fui a la farmacia a comprar algo que
cortara las toses. Cuando estaba pagando, me fijé en el aparador de la
tienda: "Niconitell: requiere fuerza de voluntad". Un producto
sincero. Una obviedad increíble. La primera vez que la veía. Me
alegró: es como un cambio de época. "Ya pasó", parecía sugerir, "la
época del inglés sin esfuerzo, del trasero modélico sin dieta, y de,
por fin, dejar de fumar sin que te cueste nada". Dejar de fumar
cuesta. Hace falta no querer. Y el querer hay que entrenarlo: es como
peinarse. Si siempre lo haces hacia un lado, no pretendas cambiarlo en
un día. Hay que enternar el querer, la voluntad. A eso se le ha
llamado siempre fuerza de voluntad. Supongo que no estamos tan mal
como para no saber qué significa eso. Se trata de entrenarse: a hacer
lo que quiero, aunque no me apetezca, y a no hacer lo que no quiero,
aunque me apetezca. Mi agradecimiento a Niconitell. ¡Quién me iba a
decir a mí que la educación moral podía empezar por el tabaco!

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