La frasecilla del título la he visto yo —y seguro que muchos— en boca de quinceñeros, dirigida al amor de su vida... trimestral.
Y, sin embargo, la dicen sinceramente: lo sienten, como mínimo. Pero es una vez y siempre la misma frase, dicha a chicas y chicas, diferentes.
¿Que qué pasa?
Que querer es algo más que enamorarse.
Que enamorarse es siempre igual (el flechazo, la pasión, etc.) y querer, no.
No existe el amor a primera vista, sino el enamoramiento a primera vista.
El amor es ciego: no cuenta con lo que ve, porque poco importa, aunque importe.
Para amar hay que tenerse y darse. Y para tenerse hay que conquistarse, para lo cual conviene luchar contra mi yo menos yo.
¿Mi yo menos yo?
Ese que soy —indudablemente— pero querría no ser: un perezoso, por ejemplo. Y una vez gana mi yo más yo, ponerlo al servicio de otro que no sea yo: un tú, que será más yo para mí que yo mismo.
Así que, antes de decirle a alguien "No sé qué haría sin ti", hay que pensárselo, porque hablamos de personas, no de cuerpecillos gráciles y bellos.
No sé qué haría sin ti... ni contigo, porque no sé qué haría conmigo. Ése es el problema, con una solución ya apuntada arriba.
(Otros lo dicen en tono bromista: "Por ti, cruzaría valles de fuego. Por ti, subiría montañas heladas... Mañana, si no llueve, pasaré a buscarte". Ya, gracias, cariño...)
Comentarios