Los pies de barro


El otro día recordé la expresión "tener los pies de barro" o "ser un gigante (o ídolo) con los pies de barro".

A decir verdad, leí de la fuente de donde surge esa expresión. Antes de desvelarla, he querido comprobar qué es lo que por ahí se dice del particular. Aquí está una respuesta: estamos en los frutos de la expresión, cuyo origen ya no se conoce. Ha pasado a ser cultural.
La expresión tiene como fuente ni más ni menos que el libro de Daniel, en su capítulo II, versículos 31 a 45. La Biblia, sí. Otra vez, sí. Por enésima vez, un caso en que un texto se ha hecho cultura: vidilla. No nos vendría mal recordar su origen. Para entender mejor la expresión. Lo copio al final del post por si uno es tan vago que no quiere hacer un click en el link. Allí, el profeta Daniel le cuenta al rey de nombre impronunciable (Nabucodonosor) el sentido de uno de sus sueños más perturbadores.

Es importante tener presente el significado de la metáfora: los pies son fundamentales, aunque no visibles o vistosos. Si la estatua se rompe por los pies, se hunde y se parte entera. Se trata de saber qué son los pies (metáfora bonita, esta) en nuestra vida. Parece que se refiere a nuestras debilidades. Decir que uno tiene los pies de barro es tanto como asegurar que tiene malos momentos, tendencias al mal (y malas acciones) en su haber. 
Pero hay algo todavía más importante que conocer el significado de la metáfora: reconocerlo. Vivir sabiendo que así somos. Y saber, ¡novedad que no aparece en la metáfora!, que siempre podemos reconstruirnos. No somos ríos, que no cambian de sentido. No somos estatuas. Es sólo una metáfora. (Gran cosa para los educadores)



(El fragmento)


31 Tú, rey, estabas mirando, y viste una gran estatua. Esa estatua, enorme y de un brillo extraordinario, se alzaba delante de ti, y su aspecto era impresionante.
32 Su cabeza era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus caderas, de bronce;
33 sus piernas, de hierro, y sus pies, parte de hierro y parte de arcilla.
34 Tú estabas mirando, y de pronto se desprendió una piedra, sin que interviniera ninguna mano: ella golpeó la estatua sobre sus pies de hierro y de arcilla, y los pulverizó.
35 Entonces fueron pulverizados al mismo tiempo el hierro, la arcilla, el bronce, la plata y el oro; fueron como la paja en la era durante el verano: el viento se los llevó y no quedó ningún rastro. En cuanto a la piedra que había golpeado la estatua, se convirtió en una gran montaña, y llenó toda la tierra.
36 Este fue el sueño; ahora diremos su interpretación en presencia del rey.
37 Tú, rey, eres el rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha conferido la realeza, el poder, la fuerza y la gloria;
38 él ha puesto en tus manos a los hombres, los animales del campo y las aves del cielo, cualquiera sea el lugar donde habitan, y te ha hecho dominar sobre todos ellos: por eso la cabeza de oro eres tú.
39 Después de ti surgirá otro reino inferior a ti, y luego aparecerá un tercer reino, que será de bronce y dominará sobre toda la tierra.
40 Y un cuarto reino será duro como el hierro: así como el hierro tritura y pulveriza todo –como el hierro que destroza– él los triturará y destrozará a todos ellos.
41 También has visto los pies y los dedos, en parte de arcilla de alfarero y en parte de hierro, porque ese será un reino dividido: habrá en él algo de la solidez de hierro, conforme a lo que has visto del hierro mezclado con la masa de arcilla;
42 pero como los dedos de los pies son en parte de hierro y en parte de arcilla, una parte del reino será fuerte, y una parte frágil.
43 Tú has visto el hierro mezclado con la masa de arcilla, porque ellos se mezclarán entre sí por lazos matrimoniales, pero no llegarán a adherirse mutuamente, como el hierro no se mezcla con la arcilla.
44 Y en los días de estos reyes, el Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido y cuya realeza no pasará a otro pueblo: él pulverizará y aniquilará a todos esos reinos, y él mismo subsistirá para siempre,
45 porque tú has visto, que una piedra se desprendía de la montaña, sin la intervención de ninguna mano, y ella pulverizó el hierro, el bronce, la arcilla, la plata y el oro. El Dios grande hace conocer al rey lo que va a suceder en adelante. El sueño es cierto y su interpretación digna de fe».

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