Saber y no decir... o sí


Hará cosa de una semana. Fue la gota que colmó el vaso. En una reunión de padres del colegio, mientras cenábamos, comentaban unos padres -croqueta en mano- lo que le suelen decir a su hijo: 

Es más importante ser amable que tener razón. 

Su hijo es muy inteligente, pero a veces tiene arrebatos de cierto mal carácter... y habla demasiado. Usa su inteligencia para herir. (O "usa su inteligencia y hiere", si se prefiere. A veces uno hace lo primero, y a veces, lo segundo).
La cosa no daría para más, pero resulta que era el tercer input al respecto. Un cartel que desde hace varios días veo en el camino del aparcamiento a casa. Es llamativo lo mucho que dice en poco: 
"saber callar".
Y, además, me llegó en una red social una foto que abundaba sobre lo mismo. La he añadido: 
La inteligencia no se mide por el número de palabras que sabes pronunciar, sino por aquellas que no dices para no lastimar.
A eso se le llama inteligencia emocional. En este caso concreto, lleva a entender (por eso es inteligencia) que es mejor callar para no molestar. Bien. Eso es, está claro, una muestra de buen carácter: una aplicación práctica de la inteligencia que le hace bueno a uno, y hasta a los demás. 
En otros, sin embargo, tal vez compensará decir las cosas a pesar de que haya quien vaya a ofenderse. 

En pocas líneas se ha mostrado una disyuntiva cada vez más actual. ¿Cuándo hay que callar para no ofender? ¿Siempre? Hay quienes querrían evitar siempre el conflicto exterior, pero quedan heridos por dentro al callar.  A veces, por un bien mayor, hay que decir las cosas, del modo más amable y razonado posible. No se pretenderá herir o lastimar, sino proteger: a uno mismo, a los amigos, o a ciertas instituciones o a la sociedad misma. 
Conviene aprender a disentir con educación. No debe separarse la verdad del cariño. Luego, la vida misma nos lleva a veces a hacerlo. Actuamos mal, en esos casos. 
Se trata de que uno no ponga su ego por encima de la verdad. Así se solucionan más fácilmente las cosas. Viene que ni pintado lo que me decía un buen profesor hace tiempo: la verdad se defiende a sí misma, porque las cosas son como son. Y, en este momento, podemos volver arriba: más vale ser amable que tener razón, porque nunca es necesario ponerse maleducado para decir la verdad. No quien grita más tiene más razón.

La cosa es, lo sabemos todos, algo más complicada: por dos motivos. 
Primero: basta con que uno quiera oír una cosa diferente de lo que se dice, o del modo en que se dice. Hay quien tiene mala baba, y oye lo que quiere, diga uno lo que diga. 
Segundo: hay quien no quiere escuchar, directamente. 

En todo caso, decir la verdad con cariño, y callarla por cariño cuando no haya males peores que un enfado de tres al cuarto. 

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