¿Qué tiene que ver Wimbledon con los sanfermines y el Tour?


Pues parece que no muchas.
Pero sí.

Hoy es San Fermín, y estando en Pamplona ciudad, quería decir alguna cosa al respecto. Sobre todo porque ayer, ingenuo de mí, fui a devolver una bici que había alquilado (etcétera, etcétera...), y lo hice a menos de dos horas del chupinazo... y la ciudad estaba imposible: repleta a más no poder de todo tipo de extranjeros... y lugareños.

Lo primero que tienen en común estos eventos es que se dan a la vez, salvo excepción. Tan diferentes, y tan parecidos, como veremos. Y desde hace años. El más antiguo, los encierros, que datan de finales del s. XVI, a pesar de hay constancia de otros encierros unos siglos antes

Lo segundo –y es lo primero en lo que pensé— es que usan el blanco como uniforme. Ahí falla el Tour, que usa el maillot amarillo desde 1919, que no es poco. Wimbledon, torneo más antiguo,  desde 1877, tiene mucha solera también. Aunque hasta 1963, vestir de blanco era una simple recomendación, a partir de ese año se convirtió en una norma de obligado cumplimiento. Además, lejos de ir relajándose, con el paso del tiempo se fue endureciendo. 
Reconozco que, al ir a devolver la bici, me sentía raro con mis tejanos no blancos y mi polo no blanco y ni inexistento pañuelo rojo. Más que raro, observado. Mucho. Era rara mi vestimenta, sin duda. 
A nadie se le pasa por alto la importancia de la ropa y los uniformes y las maneras uniformadoras de vestir. 
Entra en juego ni más ni menos que la sociabilidad humana: el hecho de hacer grupos, de pertenecer a uno de ellos, de poder decir un nosotros que supere a un "simple" yo. El sentido de pertenencia es fundamental en una persona, desde su nacimeinto: somos hijos, relación directa con un padre y una madre. Y también hijos de una cultura y tiempo, que tiene sus tradiciones... entre las que están los modos de decir, y vestir.
Es más que curioso que el uniforme, tantas veces denostado, sea en este caso signo de distinción y llevado con un orgullo indisimulable. 
¿Dónde está el límite? Me parece que en lo personal: tú no eres tu uniforme. El uniforme, por mucho que represente, no es más que tú. Cualquier persona es más que su uniforme, y que todo el universo. Nadie puede ponerse por encima de otro por un simple uniforme, ni por lo que eso represente: un pedazo de tierra, unas tradiciones, etc. Nadie debería creerse más que otro por llevar una corbata, por decirlo de otro modo, más claro. Ni menos, por supuesto. Hay clasismos de ida y vuelta.

Lo tercero que tienen en común, el protagonismo. Tú eres quien corre delante del toro. Tú eres quien da a la bola. Tú eres quien se sube a la bici. Con tus amigos, con tu equipo, pero tú. No vamos a descubir ahora que el deporte —el juego, en general— es desde hace siglos una bonita manera de educar a la gente: una metáfora en movimiento de qué es un ser humano. De ahí podemos sacar todas las demás cosas que tienen en común. 

La cuarta cosa es la celebración que conllevan (o en que consisten). Es un modo muy exacto de decirlo: "el torneo de Wimbledon se celebra en tales fechas"... Es una celebración en toda regla. De sobras se sabe que no hay quien pierde. Pero se celebra también, y en eso nos basamos principalmente: la victoria y el gozo que conlleva nombran a todo el evento. También se habla de que "se disputa el Tour", porque así es: es una batalla. Pero lo central es la alegría de vivir: por eso nos engancha tanto el deporte y el juego. Y así será. 

La quinta cosa es el enemigo y el riesgo. Sin duda, un toro bien cornudo puede causarte la muerte. Un buen pelotazo en un ojo, también. Y lo mismo una caída a según qué velocidades. No son imágenes de la vida, sino la vida misma. Pero sirven como metáforas a la vez: la vida es así, hay que conseguir unos bienes, y hay, por raro que parezca, algunas personas que no querrán que las consigas. No hace falta remitirse a Hitler, por desgracia. El misterio del mal es, como la palabra indica, algo misterioso: un tema sobre el que pensar y pensar, que tal vez escapa a la lógica matemática. 

Y la sexta y última, el papel del otro: el hecho de que son eventos absolutamente pensados para los demás. Ya hemos dicho algo al respecto al comentar la importancia del uniforme. Son cosas relacionadas. Podemos decir claramente que un Wimbledon, uno de los eventos más vistos del año y de la historia, es claramente algo social. Lo mismo sostienen los pamplonicas, que se proclaman hiperbólicamente la capital del mundo por diez días. Y de otro tanto se pavonean los franceses con su Tour. 
Me parece que este último elemento, el papel del otro, es la parte más poderosa de la metáfora: ninguno es un verso suelto. Es cierto –el protagonismo ya ha salido citado arriba— que es uno el que corre y juega (el que vive, en fin), pero los ánimos son el jugador número 13. La grada de Wimbledon es implacable, a la vez que puede levantar el ánimo del más deprimido, y hacer que renazca y venza. Los gritos y ánimos de los que jalean tu nombre en el Tourmalet pueden lograr un efecto similar. Se ha llegado a decir que "ese punto lo ha metido el público". 
Cómo vamos a dejar de decir que los padres han de ser esos primeros animadores. Y los amigos, los segundos. Ay, del que está solo, dice la Biblia. Tener buenas relaciones es la clave de la felicidad. 

¡Viva San Fermín!












Comentarios