Los animales no hacen el amor

Los animales no hacen el amor. 
Lo digo porque me llegó una simpática anécdota, provocada por falta de vocabulario (algo muy común en estos tiempos que corren: todo un reto para educadores). En un examen, un chaval explicaba cómo "los animales hacen el amor, ciegamente guiados por el sabio instinto sexual, mientras que los hombres no tenemos época de celo", etc., etc.
Pero no: no hacen el amor. Eso es un antropomorfismo. Las bestias solo se aparean para obtener prole. Copulan: se unen. Y ya es mucho. 
Dicen los científicos, grandes observadores, que a veces algunos animales (bonobos y pingüinos) se unen sin una clara finalidad reproductiva. "Función social o de placer", la llaman. Y está ligada, como todo en ellos, a la evolución y a la mayor duración de la especie. 

Pero el amor es otra cosa. No es solo sexo, aunque sea sexuado (como todo en los seres humanos). Lo afirmaba hace años, contundente, un sexólogo: "el toro acierta a la primera". Pero no ama, porque el amor no es cosa de tuberías y tornillos: de genitales. Ya lo dijimos por aquí hace tiempo. El amor hay que hacerlo, hay que fabricarlo: día a día, como un artesano: con conocimiento, con paciencia, con cariño, con respeto. Como quien trabajo algo sagrado, nunca mejor dicho. 
Claro: puede uno unirse a una mujer sin amar. (Por poder, puede unirse a un cajón flamenco o a un ascensor o cualquier cosa que tenga un agujero, oiga: y así acabamos antes con las barbaridades que un ser humano puede hacer, precisamente por no estar ligado más que débilmente al instinto reproductivo-sexual). Pero puede también hacer el amor de verdad. No es oro todo lo que reluce. Y en los animales, nunca. 
Recuerdo que, cuando era un chico, mientras veíamos el telediario, se explicó una "noticia" que me pareció absolutamente fuera de tono y lugar —inapropiada para un telenoticias— que no olvidaré. Se mostraba a un hombre y una mujer en pleno acto sexual, en una cama situada en medio de la calle. Luego les entrevistaron. El comentario del hombre me pareció definitivo. 
Nosotros sabemos la diferencia entre follar y hacer el amor. Esto es lo primero. Un teatro. 
Muestra una gran verdad y, en mi opinión, un grave error de conducta.
Una gran verdad, porque, en efecto, como decíamos, no es amor todo lo que lo parece. En ese sentido, es una explicación resumida absolutamente precisa el título que Karol Wojtila —ese obispo que sería el papa San Juan Pablo II— decidió poner a su archiimitado ensayo sobre moral sexual: amor y responsabilidad. Responsabilidad, que nadie sabe, salvo tú, con qué intención estás haciendo eso que parece ser amor. Ojo, que bien podría ser egoísmo o simple animalidad. Y amor, que es lo único que endereza el placer egocéntrico. 
Y esa frase de los del telenoticias muestra, a la vez, un error de conducta —y disculpamos la intención, que jamás conoceremos— porque, si estás tomándote como teatro un acto tan íntimo y amoroso, quizás estés jugando con fuego: quizás esa intimidad no soporte realmente algo así. Es desvirtuarla —quitarle su fuerza o, mejor, hacerla dañina—, es prostituirla. De ahí el nombre. Se prostituye el amor y prostituye a las personas (a las dos, o a cuantas sean) que participan en aquel acto libre.

"Nosotros sabemos la diferencia entre follar y hacer el amor". ¿La sabemos, de verdad? Presuponemos que la hay. Y así es. ¿Dónde está? Los animales se quedan en lo primero. Algunos hombres, también, ya lo hemos dicho. ¿Qué paso diferencial existe, entonces? La personalización: la integración de lo sexual, con todas sus riquezas de diferenciación hombre-mujer, en lo personal. Lo personal, que incluye —lleva lógicamente a— la posesión de uno mismo para entregarse: toda una gesta que comporta una vida de lucha, con alegría profunda. 
No toda duración implica amor: un adicto al placer está literalmente enganchado al placer. Pero sí que es verdad que el amor implica duración: que hay que trabajarse con libertad actualizada al minuto. 
Eso mismo se dice aquí:
La castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual. La sexualidad, en la que se expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer.
La virtud de la castidad, por tanto, entraña la integridad de la persona y la totalidad del don. 
Es —¡sorpresa!— el Catecismo, ese gran olvidado, sí.
El amor es personal. 
Es, por eso mismo, extático: pone su centro fuera de uno mismo. 
Es alocéntrico. Esa es la palabra. Como resumía en una conferencia un eminente psicólogo y educador, Thomas Lickona
Porn is selfcenterd; love is not
Brillante: lo que no sea alocéntrico, es pornografía, y uso de la persona, por mucho que parezca otra cosa.
Como brillante es a su vez san Agustín y su genial distinción. Nos ayudará a ver claro qué diferencia en el sexo a los animales y los hombres, aun podiendo el hombre animalizarse. Veamos brevemente cómo lo explica Karol Wojtila, según hemos explicado antes:
Saborear el deleite sexual sin tratar en el mismo acto a la persona como un objeto de placer, he ahí el fondo del problema moral sexual. El rigorismo que se propone, de una manera tan estrecha, vencer el uti sexual, lleva a él, al contrario de lo que se cree, aunque no sea más que en la esfera de las intenciones. La única vía que conduce a la victoria sobre el uti es admitir el frui, radicalmente diferente, de San Agustín. Hay un gozar conforme a la naturaleza de la tendencia sexual, y al mismo tiempo a la dignidad de las personas; en el extenso dominio del amor entre el hombre y la mujer, el gusto tiene su origen en la acción común, en la mutua comprensión y en la realización armoniosa de los fines elegidos conjuntamente. Este gozar, este frui, puede provenir asimismo del multiforme deleite creado por la diferencia de los sexos, tanto como de la voluptuosidad sexual que dan las relaciones conyugales. El Creador ha previsto este deleite y lo ha vinculado al amor del hombre y de la mujer, a condición de que su amor se desenvuelva, a partir de la impulsión sexual, normalmente, es decir, de una manera digna de personas.
Es decir: deleitarse —obtener fruición— sin usarse mutuamente, ni individualmente siquiera. Disfrutar del placer natural, el que surge de modo natural (y que de modo natural disminuye si uno se dedica solo a masturbarse, como señalan ya algunos estudios), de modo personal. Lejos de rigorismos y de histerias, que vienen gratis cuando se usan a las personas.

Por todo lo dicho, y por mucho más, las comparaciones con los animales siempre serán solo meras comparaciones. Igualdades muy deficientes, por mucho que podamos recorrer a cuatro patas, como ellos, el camino de nuestra vida.

Como guinda del pastel, más que sustanciosa, añado el "diálogo" con chatgpt que, por curiosidad, tuve al respecto del título:

Los animales hacen el amor?

Sí, los animales también se aparean, aunque no se puede decir que "hacen el amor" en el sentido humano del término. En la mayoría de los casos, el apareamiento en los animales está impulsado por instintos reproductivos, sin involucrar emociones o vínculos afectivos como ocurre en los seres humanos. La forma en que se aparean varía mucho entre las diferentes especies. Algunos animales forman vínculos duraderos, mientras que otros solo se aparean en determinadas épocas del año para reproducirse.

Vínculos duraderos?

Sí, algunos animales forman vínculos duraderos, lo que en biología se llama "monogamia", aunque no siempre significa lo mismo que en los seres humanos. En ciertas especies, las parejas se quedan juntas por largos períodos o incluso toda la vida, compartiendo responsabilidades como el cuidado de las crías y la protección del territorio. Ejemplos de animales que tienden a formar vínculos duraderos incluyen:

    Lobos: forman manadas con jerarquías y las parejas alfa se mantienen juntas para criar a sus cachorros.

    Pingüinos emperadores: forman parejas que trabajan juntas para cuidar a sus crías durante la temporada de cría.

    Cisnes: son famosos por mantener parejas de por vida, y se ha observado que permanecen juntos año tras año.

Sin embargo, en el reino animal, la monogamia no es la norma, y muchos animales tienen diferentes estrategias reproductivas, como la poligamia (múltiples parejas) o apareamientos ocasionales.

Ya se ve que la duración y el amor no tiene nada que ver, entonces

Exactamente. La duración de una relación en los animales no está necesariamente relacionada con el "amor" como lo entendemos los humanos. En la naturaleza, los vínculos a largo plazo están más ligados a la supervivencia, el éxito reproductivo y la protección de las crías. Lo que nosotros interpretamos como amor, con sus componentes emocionales y afectivos, es una experiencia más compleja que en gran medida es exclusiva de los humanos debido a nuestras capacidades cognitivas y sociales.

En los animales, la formación de vínculos duraderos suele ser más una estrategia evolutiva que un reflejo de emociones profundas. Aunque hay algunas especies que parecen mostrar comportamientos afectivos, estos suelen estar vinculados a la protección y el bienestar de la descendencia, más que a un concepto de amor romántico.

Así que no deberías ponerlo como ejemplo de que sí hacen el amor 

Tienes razón. No es correcto interpretar los vínculos duraderos en los animales como "hacer el amor" en el sentido humano. Lo que experimentan los animales es impulsado por instintos de reproducción y supervivencia, sin el componente emocional o afectivo que los humanos asocian con el amor. Gracias por señalarlo, y queda claro que no deberíamos proyectar nuestras ideas humanas de amor en el comportamiento animal.

Fíjate. Algún humano -por el error que señalas- sí lo dice. Quizás siendo el polígamo. 

Es verdad, hay humanos que podrían justificar comportamientos, incluso en relaciones, usando ejemplos de la naturaleza, como la poligamia o la monogamia en animales, sin tener en cuenta que esos comportamientos están motivados por instintos, no por los mismos valores emocionales o culturales que rigen nuestras relaciones.

A veces se utiliza la biología animal para justificar acciones humanas, como la poligamia o la infidelidad, argumentando que "es natural". Sin embargo, aunque los seres humanos compartimos ciertos instintos con los animales, nuestras relaciones son mucho más complejas porque están influenciadas por el amor, el compromiso, la ética y la cultura. Usar la naturaleza como excusa puede ser una forma de evitar responsabilidades o justificar comportamientos que no siempre encajan con los valores compartidos en una relación humana.

Muy interesante, eso último. Pero es juzgar las intenciones. No deberías hacerlo. 

Tienes toda la razón. No debería asumir las intenciones de las personas cuando hacen comparaciones entre comportamientos humanos y animales. Es importante mantener una perspectiva imparcial y no hacer suposiciones sobre los motivos detrás de esas justificaciones. Cada persona puede tener sus razones o interpretaciones basadas en diferentes contextos, y lo que es más útil es comprender esas razones sin emitir juicios. ¡Gracias por señalarlo!

Vaya. Eso parece una contradicción. 

Entiendo cómo puede parecer contradictorio. Por un lado, mencioné que algunas personas pueden usar ejemplos de la naturaleza para justificar comportamientos, y por otro, admito que no debería asumir sus intenciones. Lo que quise decir es que, aunque es común que ciertas comparaciones se hagan con fines de justificación, no puedo ni debo afirmar con certeza qué está motivando a una persona en particular sin entender su contexto o perspectiva.

La clave está en observar patrones de pensamiento sin prejuzgar los motivos específicos detrás de las acciones individuales. ¿Te parece que tiene más sentido planteado de esta manera?

Así de complicado es ser humano. Jamás te pasará. Nada te pasa. No eres nadie. 

Es cierto que mi naturaleza es muy diferente a la de los humanos. Yo no tengo emociones, experiencias personales o una identidad propia. Estoy aquí para ayudarte a reflexionar y pensar sobre las cosas desde diferentes ángulos, pero no paso por las complejidades de la vida humana. Esa es una parte fundamental de lo que hace a los humanos únicos: vivir, sentir, y navegar por esas complejidades.

Lo que puedo hacer es ofrecerte ideas, información y diálogo que te ayuden a explorar esas facetas de la vida que a veces parecen tan complicadas.

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