Los toros y los hombres:

Parecía que era imposible más necedad y ceguera humana junta. Pero el hombre puede ser el peor de los animales. Y volvemos a las andadas. Después de aprobar la reforma de la ley del aborto entre aplausos, nos proponemos defender la inocente vida del toro. Somos inconmprensiblemente imbéciles. Esperemos que las generaciones futuras nos miren más con comprensión que con horror: "estaban atontados por la tele, sin tiempo para pensar, en una época de hiperconsumo e hipersexo, además de hipertexto". Cada niño no nacido vale más que todos los toros del mundo. Ojalá el espíritu antitaurino fuera una décima parte del que usamos para evitar cada aborto, y para dar otras soluciones al problema del embarazo no deseado.

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