La mujer en la Iglesia

 Muchos han dicho en estos últimos días que la mujer tiene un papel secundario en la Iglesia. Son los que suponen que en otros ámbitos están mejor tratadas. Querría hablar brevemente de lo que se ha venido a llamar, con el tiempo, mujer objeto: las chicas Bond, cuyo papel es ni más ni menos que dar botes y acostarse con el chico Bond; las despampanantes -así las llaman- mujeres que se dejan fotografiar en pelota picada para ciertas revistas o calendarios que las tratan como prostitutas (porné, en griego: prostituta. De ahí pornografía.); las mujeres sexys de las que cantan las canciones más a la moda en nuestras discotecas ("ella no se parece a nada que puedas comparar con una puta de tu barrio" de Sexy Bitch. Claro, en inglés suena mejor: es David Ghetta); las mujeres trofeo de cada carrera ciclista o de Fórmula 1 (si buscas las fotos oficiales, no salen: sólo enfocan a los ganadores, cosa que confirma que estoy en lo cierto. Se las trata como objetos atrayentes.); las reporteras o reporteros que sólo hablan de si la ministra Chacón lleva pantalón; o de si Susan Boyle, la ya famosa cantante que deslumbró por su voz, no tiene ni pizca de belleza y conviene reírse de ella (por cierto, cantó ante el Papa en su visita a Escocia; creo que Benedicto XVI no se rió de ella). En resumen, mujeres sometidas a la increíble presión que la necesidad de la belleza corporal eterna les causa. Ironías de la opinión pública.
 

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