El bocazas

Decía el poeta y nombrador Fernando Beltrán el otro día en La Contra
de la Vanguardia que "Hablar o callar es un poder".
Casualmente, había leído hacía unos días una sentencia parecida,
extraída de un texto algo más largo. Es un desiderátum excelente, un
consejo impagable: "Que cada uno sea diligente para escuchar, pero
lento para hablar y lento para la ira". Aunque difícil de conseguir,
qué duda cabe. Por eso dice el autor, algo después: "Todo género de
fieras, aves, reptiles y animales marinos puede domarse y de hecho ha
sido domado por el hombre; sin embargo, ningún hombre es capaz de
domar su lengua. Es un mal turbulento, y está llena de veneno
mortífero". Una elegante manera, la de Santiago apóstol (sí, es suya
la idea: está en su carta, en el primer y tercer capítulo), de definir
lo que en España, de puro abundar, llamamos "el bocazas". Da que
pensar.

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