Otra de pintadas

En un paseo marítimo post-prandium (después de la comida), tuve una visión. Vi, en efecto, una pintada que me llamó la atención profundamente. En Ocata, cerca del Masnou. En plena pared de la calle de la libertad. Con caligrafía adecuada incluso: "la verdad es revolucionaria".
("Cielos", pensé, "no tengo el teléfono. No puedo hacerle una foto". Y, como mi memoria es limitada, estuve buscando una tienda en la que pedir papel y boli. Después de comer, es complicado: la gente abre más tarde. Finalmente, encontré una que vendía pintura. "Oiga", dije sonriendo y en ropa de deporte, "¿me hace un favor? Necesito un boli y un papel. Es que he tenido una idea y...". El joven alucinó un poco. Pero me dejo el papel.)
Me gustó la frase. La verdad. Se han dicho tantas cosas... Es mucho más que revolucionaria. Es, para C.S. Lewis, por ejemplo, un modo de interpretar toda la realidad. Eso es decir mucho. Pero es decir poco, en otro sentido.
Europa, la de hace medio siglo y también antes, se fundamento en la verdad como persona. Por raro que parezca. Fue un carpintero de hace unos 2000 años el primero que dijo "yo soy la verdad". Una de tres: o tenía el cerebro lleno de serrín, o lo tenían los políticos y pensadores y artistas y arquitectos y músicos y literatos e historiadores y un sinfín de personas cristianas que moldearon su vida con ese supuesto; o, tercera y última opción, no lo tenían lleno de serrín, sino que acertaron de pleno, llenando su cerebro y su vida de ideas, y de hechos. Eso fue más que una revolución. Lo es aún.

(al empezar este post he leído en internet que fue Lenin, se supone, quien dijo que "La verdad es siempre revolucionaria". Pobre Lenin. Y pobre gente que le sufrió. Y, por lo visto, George Orwell quien varió algo y sentenció que, en un mundo como el nuestro, ""Decir la verdad es un acto revolucionario". Me quedo con lo más revolucionario, que es lo que dijo el Gran Carpintero.)

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