Un (el) juez infalible y la Capilla Sixtina y los muertos y lo que se junte por el camino

El bueno de Hume dijo cosas muy interesantes. Habló, entre otras, de los mecamismos por los que la imaginación mueve sus hilos. La relación de ideas es uno de ellos. Y se da. Vaya que sí.

Durante este último mes he vivido varios acontecimientos: así es la vida. Algunos son tonterías. Otros, cosas grandes.

Estuve en Madrid, en la beatificación de don Álvaro del Portillo. Ahí pasó la primera tonterieta: le hice una foto a una farola. Un grafitti interesante: "Only God can judge me".

Otra: hace una semana, o menos todavía, se anunció que la Capilla Sixtina ha estrenado nueva iluminación. Añado foto. Preciosa (la Capilla Sixtina, y, por eso, la foto). 

Y otra: ayer estuve paseando con un amigo y hablamos, entre otras, del día de hoy. O sea: del día de los difuntos. A pesar de (o además de ) Halloween, existe una tradición multisecular -de la que esa fiesta participa- de venerar a los muertos. De recordarlos, cuando menos.
De eso va el post hoy, pese al posible desorden aparente en la exposición de las ideas: de los difuntos, de la muerte, del más allá y su relación con el más acá, con el hoy y ahora.

 Podría añadir una cuarta idea, porque también sería verdad: el otro día -ayer- hablé en clase sobre las coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique. Qué maravilla. Pues lo añado.

 Hoy día, en que nos quejamos tanto de los jueces inicuos y, tan a menudo, inocuos... 
Hoy día, en que cada dos por tres muere gente... Olvidamos que cada uno va a morir. Solo, en cierto sentido. Y esperemos que acompañado, en otro sentido. 
El catolicismo (y otras religiones) enseña que la vida es una sola, con dos partes, y que la muerte es tan solo otra puerta para entrar en la segunda, que puede ser bien diversa, según se haya portado uno aquí. "Nunca segundas partes fueron buenas", dice el chiste. O el refrán barato. No sé yo.

En el momento de la muerte, el único juez que no falla nunca escuchará lo que nuestro corazón diga: lo que auque nadie más sepa, nosotros sí. Aquello que, cuando mentimos, dice nuestra verdad a nuestros oídos. Por cierto que estoy leyendo Tiempos difíciles, de Dickens, y lo explica a la maravilla, en la figura de Tom, el heramano de Loo, la esposa de Bounderby.

Ese Juez, el único que nos puede juzgar, vendrá a juzgar a vivos y muertos. Allí nos veremos todos.
La Iglesia es positiva: por eso pone la fiesta de todos los santos el día antes del de todos los difuntos. Para que quede claro que primero es morir, pero para lo primero en importancia: llegar arriba. Aquel "Amunt!" (¡arriba!), que dicen que susurró Joan Maragall en su lecho de muerte.




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