Eso sostuvo Sócrates en el juicio en que le condenaron a muerte. Lo escribió para la posteridad Platón en su Apología (de la que acabo de releer un trozo y, sí, me he quedado enganchado. Es muy sorprendente la calidad humana que desprenden las palabras de ese filósofo: perdona a quienes le condenan, analiza si vale la pena temer la muerte, y se despide con una paz poco susceptible de falsedad).
Pero aquí estamos hablando de la vida, más que de la muerte, por bien unidas que estén.
Es año nuevo y, por mucho que parezca un tópico este de los propósitos, no deja de ser algo muy natural. El examen, sí, es plenamente humano. Lo que ocurre es que, cuando uno se examina —a uno mismo, y no a los demás solamente, que ya es un paso—, parece lógico que después quiera proponerse cambiar a mejor en algunos aspectos. Ya tenemos una conclusión: sin reflexión, no hay examen; sin examen, no hay mejora.
Dicen muchos que la gente mejora pero no cambia. Si se pudiera obviar lo contradictorio de la frasecilla —que es como el anzuelo que te engancha a la verdad que contiene—, podríamos estar de acuerdo con Alaska:
"yo soy así, y nunca cambiaré".
Mejorar es ya cambiar. Pero también es verdad que algunas cosas son más de temperamento. En esas, puede uno retocarse un poquillo, eso sí. O puede darle importancia y realce a lo que, aun ser propio, jamás había tenido en cuenta, por los motivos que fuera: miedo, vergüenza, etc.
Volvamos a los conocidos propósitos de año nuevo. Pensando en ellos y sin perder mucho tiempo, he buscado en algunos lugares —incluidas imágenes y chatsgepetés— para ver en qué mundo vivimos. No son malos, qué duda cabe. Pero ni se acercan a la preciosidad que ofreceremos hoy.
Porque la memoria puede más: y traigo ahora a la consideración del lector lo que hace un tiempo escuché a una madre a la que —ironías del destino— por lo visto era yo quien debía ayudar. En una tutoría, me contaron con gran cariño que ellos procuraban hablar con su hijo adolescente de todo, y que le animaban a ser buen estudiante y todo losdemás. En un momento dado, la madre tomó la palabra para corroborar algo que su marido acaba de apuntar sobre ese "y todo lo demás", y concluyó:
Si ya se lo decimos: 'mira, tienes que amar más'
Recuerdo que tragué saliva y pensé algo parecido a "esta madre esculpe en el aire formidablemente bien". Después, tras ese momentazo de oro, la tutoría siguió por sus cauces y a mí se me clavó en la mente ese consejo, válido para todos: amar más, amar mejor. Tal cual.
Y hoy, tanto tiempo más tarde, me atrevo a sugerirlo a todos como propósito de año nuevo.
¡Un abrazote y buen año!
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