La libertad de los otros: ese "trauma" de los padres y educadores

¿Puede la libertad de los demás ser un trauma para los padres y, en general, los educadores?
Es una pregunta simpática.
Me temo que a todo padre o profesor (u otro tipo de educador) le llega el momento de comprobar que los hijos no son una parte de sí, que le sigue adonde va sin rechistar. Y eso es, puede decirse, un momento traumático: algo desesperante.

El trauma del que hablo aquí es más bien un "trauma". 
Es decir, que se muestra como una situación dolorosa e inesperada ("trauma") pero acaba siendo la salvación de ese padre y educador. De modo que, si se gestiona bien la situación, después del inicial momento contradictorio, comienzan a verse las cosas como en realidad deberían haberse visto siempre: la libertad es un regalo y un motor que todo ser humano tiene. 

Digámoslo más claramente y por pasos. 
En algún momento dado, descubriré que no puedo hacer que mi hijo o alumno lo haga bien, se porte bien, sea bueno. No es tan fácil como decirles: "seguid la línea". A pesar de todos mis avisos o incluso castigos (de los buenos: medidos, pensados, prudentes... y con finalidad buena). Siempre puede hacerlo mal, ni que sea para fastidiar. Lo bueno debe salir de él. 
Eso sí, puedo, en principio, lograr que no lo haga mal en ciertos ámbitos. 
Ahí está el trauma posible: en el reconocimiento, por parte del adulto, de su limitación educativa. El buen padre o educador parece que es quien quiere lo mejor de su hijo. Pero se trata de que sea el propio hijo quien lo saque. Ahí está, de la mano, la grandeza del ser humano y la de los buenos padres y educadores: lograr que otro sea bueno. Es decir: lograr que quiera serlo. Mover a querer. Dar motivos y motivaciones: razones y ejemplos visibles. 

Casi nada. 
Ahí queda dicho y abierto, para que cada uno pedalee.

Comentarios

Aprisa! ha dicho que…
Breve,claro y directo. Algo que nunca hay que olvidar el la labor educativa. Muy bueno Jose!
Jose Quintano ha dicho que…
Gracias, Aprisa!!!