Escuchar, escuchar, escuchar

Dicen algunos que nunca se había escuchado tanta música como en nuestros días (aquí, de qué tipo). Me imagino que será verdad. 
Lo gracioso es que no se diga "oír música". Ya todo el mundo conoce la notable diferencia entre oír y escuchar.
Y casi todos la notan en las personas.
(Aunque de este tema ya se ha escrito por estos ciberlares, no está de más que volvamos a la matraca.)
Es simpática una de las expresiones que se pueden  usar en castellano para explicarlo:

como quien oye llover - Wikcionario

https://es.wiktionary.org/wiki/como_quien_oye_llover
Uso: coloquial; Sinónimo: indiferente; Ejemplo: «Juanita armada a verle la cara; él como quien oye llover y no se moja. Veremos quien se sale con la suya.

Digo todo esto porque, hace unos meses ya, estaba leyendo un libro cuya inicio es más que impactante, ya desde el título: "El poder oculto de la amabilidad". Es de un tal Lawrence G. Lovasik, un sacerdote de vida interesante: se dedicó a atender espiritualmente a gente de barrios trabajadores (siderurgia, si no recuerdo mal). Su modo de hablar es, por ese motivo, directo y claro: entendedor. 
A lo que íbamos. Al principio habla de algo que está a la orden del día: el déficit de escucha que tenemos en nuestra sociedad occidental. 
En pocas líenas, el buen hombre realiza una especie de sencillo examen de conciencia (un interrogatorio, un test) para que el lector pueda ver si de veras escucha, o no.

Ahí va:
No sabes escuchar si en cualquier conversación lo único que te importa es llevar más voz cantante y no manifiestas ningún interés por nada de lo que dicen los demás; si te sientes incómodo mientras hablan los otros y te dedicas a pensar en lo que vas a decir tú en cuanto tengas ocasión; si subestimas la verdad o el valor de lo que se dice, metiendo siempre baza con algo más importante y rematándolos lo que cuentan de un modo más convincente; si interrumpes para poder hablar y evidencias tu orgullo y tu vanidad; o si eres incapaz de guardar silencio mientras otros intentan mantener una conversación. 
Sabes escuchar si prestas atención a los demás con seriedad e interés porque consideras que no eres omnisciente, y que siempre tienes algo que aprender. (...) Sabes escuchar si callas tanto como hablas, porque de ese modo deseas mostrar tu comprensión y consideración hacia alguien.
No hay mucho más que decir. 
Y sí que escuchar.

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