"Nobody" y lo masculino (el hombre posmoderno en crisis continua)

Además de por el sencillo y homérico juego de palabras del título, esta película es un entretenimiento más que bueno: una comedia de acción o algo así. Por ejemplo, dicen los datos que costó 16 millones y ha ganado 55. Ha salido a cuenta, vamos. Por triplicado. (Dejo aquí el trailer, que contiene una algo grado de escenas clave en la película).

Un amigo la tenía entre ceja y ceja, y allí que la vimos. Y luego otra vez, porque lo bueno es difusivo. Y otra, porque hay mucha gente a la que dar lo bueno. Ya se sabe que en verano uno se mueve. 

Vamos a ver si, a parte de recomendarla, logramos sacar algo de provecho de este maravilloso rato de descanso que es "Nobody".  
Diría tres cosas. Y las tres sobre el protagonista y su masculinidad: su ser hijo, marido y padre en pleno siglo XXI. Aunque las tres van unidas, las dividiremos, porque así se explican mejor. Ya cada cual sabrá ver que, en efecto, el protagonista está metido en todas sus relaciones, como no podía ser de otro modo.

La primera, y no quiero hacer ningún adelanto de la película que la estropee pero no me es posible, es el inicio. 
Diré, y es un clasicorro de los comentarios, que el principio es imperdible. Y que, a mi juicio, es una obra de arte: provoca en ti lo que está contando del protagonista. Una maravilla. Presenta -¡y de qué modo!- al personaje. Y lo muestra en plena crisis. El acostumbramiento a todo. La falta de ilusión. El tedio. La rutina mala. La crisis de los 40 o 50. O las dos a la vez. 
Lo denunció alto y claro hace unos años el filósofo posmoderno Gilles Lipovetsky en un libro de título sincero, "La era del vacío":
¿Qué cosa hoy no da lugar a dramatizaciones y 'stress'? Envejecer, engordar, afearse, dormir, educar a los niños, irse de vacaciones, todo es un problema, las actividades elementales se han vuelto imposibles.
Pues eso. Da que pensar la situación personal del protagonista. Además, la película tiene el acierto inmenso de poner una banda sonora con mensaje: las letras explican de algún modo una parte esencial de cada momento en que suenan. 
En una escena, aparece su padre, a quien devota pero rutinariamente va a visitar a la residencia de ancianos, y tiene un diálogo muy propio de este tipo de películas: corto pero contundente y enjundioso. En un momento dado, su padre le da la clave: 
¿Recuerdas como éramos? Yo sí.
Y esto se puede entender como el inicio del cambio del protagonista. Volver a los inicios. Renovarse, rejuvenecer. 
Sin duda: es posible verlo como una vuelta a la infancia mental, a los lugares escondidos en que yo era yo, sin problemas. A una huida del presente, en definitiva. Y sería un mal asunto. Pero no ocurre así en la película. "Nobody" asume su presente en su rejuvenecerse, en su renovarse. Vuelve a amar con ganas. 
La película es cómica a su modo, así que todo lo que decimos aquí tiene sus matices. Sin embargo, se puede aplicar a la vida de cada uno. Para salir de las rutinas malas, algo ha de pasar: algo hemos de hacer, mejor dicho. Hemos de amar conscientemente otra vez. Nuestro trabajo y a los demás. Pero esto nos lleva al siguiente punto.

La segunda cosa, sobre su matrimonio. 
Salta a la vista que la relación con su mujer e hijos está erosionada. Se ha convertido en un don nadie. Su mujer, sin darse mucha cuenta, lo ningunea. Lo mismo el hijo adolescente. No así la pequeña, cosa que comentaremos en breve. 
La mujer tiene un buen trabajo, como la película se encarga de hacer ver de modo sutil e imaginativo. También está en casa. Todo muy bien llevado. Pero quizás, y eso se ve muy bien en la película, ha puesto una barrera entre ella y su marido. Incluso en la cama, y literalmente. 
El marido, cambiado su punto de vista sobre su "trabajo", cambia lo mismo en su matrimonio. 
Se sincera con su mujer -hablar: el remedio de los remedios, o el inicio de los remedios- y todo empieza a variar. Es un diálogo precioso, que no pienso poner aquí. 
El cambio es, en la película, casi de golpe. Y con motivo. Es simpático que el guionista ponga la misma frase que le dijo su padre:
¿Recuerdas como éramos? Yo sí.
Todo el mundo se da cuenta de qué ha pasado por una sutilísima referencia, y por lo ocurre después, música incluida. Diría que es una de las elipsis de escena de cama mejores llevadas que he visto últimamente. Las relaciones matrimoniales son parte esencial en el matrimonio, qué duda cabe.


Pero como es una película de cierta acción, algo ha de pasar. Y pasa. Y eso nos lleva a la tercera cosa que quería comentar: su paternidad.
Comentaremos aquí dos diálogos que considero importantes, por pequeños y de detalle que sean. 
Después de que les roben, la hija tiene miedo. Cuando el protagonista ha decidido dormir en el sótano, lejos de su mujer y cerca de sus problemas, la hija pequeña baja a verle porque está desvelada. 
-¿No puedes dormir?
-No. 
-¿Tienes miedo?
-¿Miedo?, ¿por qué? Estás tú aquí.
Y el diálogo sigue con una tontería guiño a John Wick. 
El padre como primer protector. Por mucho que nadie lo valore. Es mi padre. Y me basta. 
Mucho se ha escrito sobre la devaluación de los padres. 
Muchos padres no son conscientes de cómo pesa su sola presencia, por mucho que no sepan a veces qué hacer o decir. 
"Muchas veces, con estar basta", me decía un pedagogo hace muchos años. 

Segundo diálogo tonto, esta vez con su hijo adolescente. 
Al verle entrar al desayuno, una vez cambiado él, cambia la relación con su hijo.  

Cuando me atacaron y te tiraste encima de él, hiciste un placaje fabuloso. Estoy orgulloso de ti. 

Y, casualmente, da en el clavo y muestra lo que más (no lo único) necesita oír un adolescente: aprecio, valoración, cariño. Y lo hace de modo genial: centrándose primero en la cosa buena, y luego, en el orgullo que siente por ese motivo. La autoestima de los chicos crece cuando se les hace ver que son buenos. Pero no hay que mentirles. Ni hay que ser autoreferenciales únicamente. Las dos, juntas. 

Podría añadir algo sobre la relación con su hermano, banda sonora incluida. Pero no hace falta. 

"Nobody", ese peliculón.

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