Resumir la vida

La inteligencia artificial —no es inteligente pero la metáfora nos vale por ahora— es, en efecto, igual que tonta que la humana. 
Preparando el otro día con gran ilusión y emoción una canción de Bruckner para ver si podemos cantarla, veo que el programa me avisa de algo sumamente importante, a su juicio (según el algoritmo que lo predetermina): 
"Parece que el documento es largo. Ahorra tiempo leyendo un resumen"
Le hice una foto, obviando lo absurdo de querer resumir una partitura. Pensé: "ya lo comentaré". Y seguí grabando las voces de esta preciosidad. 



Y ahora ha llegado el momento de decir dos cosas. 
Primera: no siempre hay que ahorrar tiempo. Por ejemplo, cuando es vida: la vida no hay que resumirla. Al menos en el sentido siguiente: lo bueno que viene. Nadie querría acabar con el buen momento. 
"Todo deseo quiere su eternidad"
Así lo decía Nietzsche. Puede parecer que se refería a que el deseo es lo incompleto en busca de su completud. Pero no. Lo usaba, por lo visto, para basar su eterno retorno, que así da sentido a un mundo sin dios. 
La posesión total y perfecta de una vida interminable
Así de bien definía lo eterno el bueno de Boecio. Santo Tomás abunda en lo dicho, aquí: partiendo de Boecio, y dándole el espaldarazo, avanza. Quizás Nietzsche se refería a eso... salvo que para los dos otros eso guía directamente a Dios y, secundariamente, a otras criaturas. 

El deseo es la búsqueda del bien y, la delectación o gozo, su disfrute:  
Y como la delectación es el reposo del apetito en el bien, si aquello en lo que reposa el apetito es bueno absolutamente, habrá delectación absolutamente y será buena en absoluto. Si, en cambio, no es un bien absolutamente, sino para un individuo determinado, entonces ni es delectación en sentido absoluto, sino para tal individuo, ni es absolutamente buena, sino bajo un cierto aspecto, o aparentemente buena.
Así lo explica (en el artículo 2 de la cuestión 34, sobre la bondad de las delectaciones: si está bien disfrutar o no) Santo Tomás. 

Y, ya para acabar, la segunda cara: en otro sentido, la vida sí que hay que resumirla. Sobre todo, en lo malo que tiene, siempre que sea posible sin faltar el respeto a la autonomía que tenemos, que es limitada... por la realidad: somos mortales. ¿Puedo acortar el dolor de un cáncer? Ojalá. Pero no de cualquier modo: sin encarnizarme: sin hacer excesivo esfuerzo por mantenerme con vida cuando ya es natural la muerte. Y sin provocarme la muerte de modo artificial. Puedo morir sin notar que muero pero sabiéndolo; aceptar que muero es sabiduría.
Pero estas reflexiones exigen demasiado tino para esta entrada. 

Comentarios