Valores laicos y nación pura

Apreciado señor Porcel:

Me ha sorprendido mucho su reacción, por inesperada y desaforada. Nunca me habían dedicado un artículo y le puedo asegurar que me he asustado al ver mi nombre allí escrito, igual que cuando vi la carta publicada.

Vuelvo a echar en falta las razones pero le aseguro que me ha hecho pensar y, aunque sea en honor a la verdad, espero que lea el siguiente correo. Que conste por adelantado que no estoy de acuerdo en nada con el conocido adagio conocido "veritas parit odium".

Quiero que sepa, en primer lugar, que la carta que yo envié y la que ha sido publicada no es la misma. Eso me ha parecido inaceptable, aunque usted no tenga nada que ver. (Y he escrito, por la cuenta que me trae, a la defensora del lector. Adjunto el correo electrónico de la carta original, bastante similar.)

En segundo lugar, quiero hacerle notar que tampoco usted dice lo mismo en sus dos artículos, aunque quizá en el segundo explicite lo que en el primero pasaba oculto por ser más general. Ahora lo digo claramente: en su primer artículo ("Valores laicos y nación pura") hablaba usted -y cito textualmente, que para eso he estado rebuscando el diario: soy amigo del tiempo, pero más amigo de la verdad)- de que "el desplome de la religión en las conciencias resultará aleatoria (sic) para la salvación o condena de las almas". En la carta que envié decía, también textualmente, que no encontraba razón para "llamar, de nuevo, sibilinamente, vagos e irresponsables a los que tienen una religión", sin citar ninguna en concreto, como usted. Pero ahora, ¡hete aquí que me encuentro un artículo suyo -"Del Apocalipsis a la Odisea"- en el que se dice que formo parte de "quienes rechazan las críticas al catolicismo"! Es sorprendente. Yo no había leído en su artículo esa palabra. ¿Qué pasaría ahora si yo fuera budista? Richard Gere no estaría de acuerdo con su artículo. Pero es que todavía da para más el asunto: yo quería hablar, y así lo hice, de los valores, no de la religión. Y de que es una complicación tonta llamarles laicos, y una injusticia retirarlos en su totalidad de las religiones, en general, porque usted aseguraba que "(el desplome de la religión), en España parece haber barrido la ética del esfuerzo y la responsabilidad".

También asegura en su artículo segundo que yo le llamo ignorante y descreído. Lo de descreído, no lo veo en ninguna parte, entre otras cosas porque ya he dicho que no me estaba refiriendo a la fe, sino a la razón. En cuanto a lo de ignorante, no se preocupe: sé que no lo es y que debe tener ciertos conocimientos sobre el cristianismo, pero tampoco me refería yo al cristianismo, sino a la religión en general. Sólo quería exponer que no todo ser que profese una religión ha de carecer de valores, como si de un mero tragar lo que se oye se tratara. Lamento si le he ofendido.

En su último artículo, le da la razón a Ratzinger en su análisis de la cultura, pero se la niega cuando pone la salvación en Dios. Quisiera que recordara que también Heidegger acabó diciendo lo de que "sólo un dios puede salvarnos", y Kant, al que citaba en un artículo reciente, postulando (así, postulando: de postulare, "pedir") a Dios para que su sistema cuadrara: las antinomias... y tal. "Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti", dijo Agustín de Hipona. A eso se refiere el pontífice: no toda religión es el opio del pueblo.


Nada más, pues.

Reciba un cordial saludo

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