Sol templado (o la templanza y el sol)

(Antes de empezar, decir que me encantan los paréntesis)
Tengo suerte. En mi diario viaje al trabajo (que tengo), escucho música (clásica) y disfruto del paisaje de Vallvidriera y su carretera (rima fácil).
Pero en ocasiones no disfruto del paisaje, porque no lo veo. El sol me ciega. Tiene su gracia, si uno lo piensa un momentito. El sol, que es el foco de luz que nos permite ver, es lo que no nos deja ver, lo que, recibido en exceso, nos ciega. Me ha hecho darle vueltas. Lo mismo ocurre con casi todo. El aire permite volar a los pájaros pero, si es mucho, los tira al suelo. El agua nos lava... y nos ahoga. La música nos calma, y nos molesta si es ensordecedora (sordo por no oír y por oír demasiado).
Son metáforas naturales. La naturaleza muestra a quien la entiende que hay un punto medio en el que se disfrutan las cosas. Y que si se cruza esa línea, el asunto viene a ser molesto y hasta perjudicial.
Lo mismo ocurre con la hiperconectividad actual. ¿Móvil para estar comunicado? Bien. ¿Hipercomunicación (Recibes un mail, o un tweet o mesaje de Facebook... o tres cientos cada día) que esteriliza la comunicación y bloquea al sujeto?  Mal.
El punto medio. Ese punto, cuya búsqueda y hallazgo distingue la vida del hombre y del animal.
Otra vez la templanza.

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