Enseñar la Navidad

Estas dos figuras (de mano colgante, el padre y mirada perdida, el hijo) forman parte del pesebre.
Ayer, mientras rezaba un poco delante del Nacimiento, me di cuenta de que los dos -padre e hijo- forman una bonita imagen de una de la misiones de los cristianos de hoy (y de siempre). Empezando por la familia, tenemos que enseñar, con naturalidad, de qué va nuestra religión. Eso hace el padre de la foto: "Mira, hijo, ahí está el pesebre: y entre el buey y la mula, una familia. Es Dios, que se ha hecho hombre, que ha nacido: Jesús. Es María, la Virgen, su Madre; y san José, su padre. Vamos a verles; ¡hay que celebrarlo!"

Leí en un artículo hace nada que, dejado de lado el trasfondo cristiano, en las escuelas se presentan navidades paralelas. Los niños, confundidos pero no tontos, responden con la sinceridad posible: "es temporada de regalos". Eso es quedarse con la radio de un Ferrari: un detallito obligatorio, pero no esencial.

La Navidad y su misterio son tan sencillos y profundos que espantan: Dios que, hecho hombre, sale al encuentro del hombre sin evitar ningún paso. Primero bebé, luego hombre y, finalmente, cadáver... que resucitará. La Navidad es el principio de todo lo bueno. 

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