¿Dónde está la vida? (Los coches y san Agustín)


Los anuncios -del tipo que sea- son fuente casi inagotable de reflexión. Y muy válida, porque reflejan de algún modo una cierta manera aceptada de ver el mundo en que vivimos todos. 
Entre partido y partido del Mundial, las perlas abundan. En eso estábamos cuando un anunciante proponía como colofón el siguiente leitmotiv: 

La vida está fuera. ¿Y tú?
Muy actual. Muy siglo XXI. Sal por la vida. Muévete. Busca. Experimenta. 
Seguro que sí. Estamos de acuerdo. Pero no conviene olvidar el contrapunto: el interior. Ahí es donde se cuece realmente la vida, también la exterior. La intimidad de la persona es el núcleo fuerte y duro donde cada cual unifica -encarna, dicen otros- sus múltiples experiencias. Mi yo único e irrpetible necesita un punto fuerte en que puedan arraigarse mis vivencias: de cosas, personas y de mí mismo. Quizás estemos olvidando algo esto. El famoso mindfullness viene al rescate, sin duda. Ya hablaremos de eso algún día: tengo un post en la nevera. 

Para acabar, elevemos al grado sumo lo dicho, de la mano de dos frases de san Agustín de Hipona, ese hombre que pasó por todo antes de llegar al Todo. Primera:
“¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo; me retenían lejos de ti cosas que no existirían si no existieran en ti. Pero tú me llamaste y clamaste hasta romper finalmente mi sordera. Con tu fulgor espléndido pusiste en fuga mi ceguera. Tu fragancia penetró en mi respiración y ahora suspiro por ti. Gusté tu sabor y por eso ahora tengo más hambre y más sed de ese gusto. Me tocaste y con tu tacto me encendiste en tu paz”.
Eso dijo, y así de bien, sobre este particular.
Tomemos nota. De las cosas hermosas a la Hermosura Soberana que las hizo y que (ahí va la segunda):
«Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti».
Las cosas, por hermosas que sean, no sacian nuestra capacidad infinita de verdad y belleza.  Son el aperitivo de lo que vendrá.

Mejor no perder de vista todo esto en verano.


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