Apuesto, luego... gasto

Eso decía, así de simplista, una noticia. 
¿Simplista? Sí, porque no es tan simple el problema como para adjudicarle una única razón. 
Se me ocurre una, y bastante más poderosa, según mi modo de ver: el hecho de que la transmisión de todos los partidos de fútbol -que medio mundo ve- y de tenis, y de cualquier deporte, está interrumpida constantemente con anuncios de casas de apuestas. Llega uno a tener complejo de estar fuera de la sociedad si no está inscrito en un par de ellas. En la media parte, un comentarista explica cómo van los asuntos económicos hasta el momento: si gana tal, a tantos euros; si empatan, tanto. Publicidad cero subliminal. Normalización absoluta del juego. Los menores, tan habituados a quererlo todo sin poner nada o casi nada a cambio, tienen ahí su instantánea (e irreal) mina de oro. Y pican como locos. Pero, claro, abierta la puerta al vicio (dadas todas las facilidades televisivas a sus anuncios) luego toca extrañarse de la proliferación de locales con escaso control. ¿No es algo cínica esta preocupación? Quizás sea mejor decir que es poco realista. Quizás sea mejor reconocer que puestos a hacer ganancias, mejor con los jóvenes, que fácilmente se descontrolan... y gastan. 

Recomendaría leer El jugador, de Dostoievsky. Es una novela relativamente breve, para ser de ese inmortal ruso: le tenía afición a las historias de más de 500 páginas. No voy a dar más datos de los imprescindibles, pero sí comentaría que es, en gran parte, autobiográfica. El gran literato sufrió de ludopatía. Eso hace el relato mucho más creíble y verosímil. 

Apuesto, luego... gasto. Y eso es grave cuando el chico no ha ganado (con su trabajo y esfuerzo, se presupone aquí) un mísero euro en su vida. Y más grave aún cuando una sociedad ha inventado el modo de que los gane así: apretando un botón. Es lícito y legal, pero una medida profundamente antieducativa y antihumana: se pierde la posibilidad de aprender, como se decía antes, lo que vale un peine. ¿Quieres dinero? Gánatelo... con el sudor de tu frente. El valor del esfuerzo, del trabajo bien hecho y recompensado. 

Bien pensado, quizás habría que decir que "las apuestas se extienden entre los menores por la proliferación de MENORES con escaso control de sí mismos (templanza, que se decía: esa generadora de libertad moral) Y ADULTOS CON ESCASA MORAL, peores aún que los menores, porque sea aprovechan de su debilidad".

Pero eso no queda ya tan bien ni periodística ni públicamente hablando, ¿verdad? 


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