El apostolado indirecto de los anuncios navideños (¡toma ya!)

¡Si es que no hay quien descanse! 
Está uno tranquilamente leyendo los mails en una mañana de sábado y ¡zas!: un anuncio que, de golpe y porrazo, te pone los pelos del alma como escarpias. 
Agárrese, querido lector:
En estas fechas de banquetes y comilonas, no debemos olvidarnos de alimentar el espíritu.
Se habrán quedado tan anchos. 
Y no me refiero a lo difícil que va a ser este año lo de reunirse, por el maldito virus. 
Me refiero a la sinécdoque del tipo "la parte por el todo" que usa: "los banquetes y comilonas" como sustituto de algo mucho mayor que los engloba. 
Bravo por elevar el nivel, ciertamente. Pero, señores de Apple, ¡buuuuuuh! ("¡¡¡La reina del lodo!!!". No me resisto a poner eso...)
Menos retórica y más ingenio no pagano. 
Porque, por mucho que el todo —la época de la Navidad—englobe esa parte —los banquetes y comilonas—, es un poco triste esa reducción: es caer bajo.
Y más penoso aún sería si se hiciera por no nombrar la fiesta religiosa. Porque es ni más ni menos que el origen y causante de la posible y comilona, penosa en parte si se queda en solo eso.

A ver. Unas cuantas pruebas escalonadas. 
En estas fechas de celebraciones y comidas familiares y de pensar en los demás y tener con ellos los detalles que habitualmente el estrés no nos permite tener, no debemos olvidarnos de alimentar el espíritu.
Bueno. Ahora ya está algo de lo Navideño. Ya es. Cero vendedor, sin duda. Sigamos. 
En Navidad, entre tanta comida familiar, no te olvides de alimentar el espíritu. 
Ya sería algo. Pero es obvio que, si algo se debería alimentar en Navidad es lo sobrenatural del espíritu. (Entra aquí la sutil distinción entre "sobrenatural" y "espiritual".  ¿Leer a Shakespeare? Algo físico y espiritual. ¿Hablar con Dios: orar? Sobrenatural. (Ya. Ya sé que en parte es natural rezar. Lo sobrenatural eleva a un plano superior lo meramente natural, caído por el pecado original. Eso dice el dogma católico. Como católica es la Navidad, por mucho que haya mitos antiguos parecidos. No pasa nada.)
Otro lema, que faltan cosas para ser católico. 
En Navidad, entre tanta comida familiar, no te olvides de alimentar el espíritu y tu vida sobrenatural.
Vaya, suena a sermón ya. Y, de todos modos, apelar a lo sobrenatural sería algo bastante  innecesario en un cristiano. 
Ya. Pues a ver este. El más sencillo. 
En Navidad, entre canelón y turrón y ese rato de oración, cómpranos un libro, campeón. 
No ganaré ningún premio de marketing, eso está claro. Ni falta que me hace. 
Pero es que tampoco sería eso plenamente católico. 
Venga, una más. 
En Navidad, entre canelón y turrón y ese rato de oración, cómprales un libro, campeón. 
Eso es: piensa en los demás, buen hombre. 
Y ya sería eso: cuerpo, espíritu, alma y los demás, empezando por los más cercanos, y sin encerrarse en nadie. 
Feliz Navidad, por pronto que sea aún. 


(¿Os imagináis: "¡Feliz época de banquetes y comilonas!". Madre mía...)



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