El buscavidas... que buscaba vivir (The Hustler, 1961)

Una de las funciones más destacadas del cine clásico (por la cual es clásico y no solo película exitosa) es que te remueve de los pies a la cabeza: te da un buen bofetón en el corazón, en sus sentido más clásico. El corazón no son los sentimientos solamente; es el centro de mi personalidad: mi yo, allí donde se integran con mayor o menos acierto mi inteligencia, voluntad, imaginación, memoria y pasiones varias. Ayer escuché una expresión que quería referirse a eso: "No hay que elegir entre cabeza y corazón: tenemos un corazón inteligente". Se entiende lo que quería decir: el primer "corazón" debería ser "pasiones". Cuestión de palabras. 

Todo este preámbulo, ¿a qué viene? A ese bofetón, que los griegos llamaron katharsis: purificación. Un sentimiento que te deja planchado (y lavado). Desde los griegos, la cruda realidad de las reuniones de alcohólicos anónimos donde cada cual expone sin decoro y sin tapujos sus miserias (para mejoría de todos) ha tenido en las obras de arte su paralelo educado. Al ver a ciertos personajes inventados, uno se compara con ellos, se conoce mejor y cambia. Y eso, en las novelas, en las películas y óperas y en los musicales. Y en lo que me deje. Es un "así no quiero ser yo" o "ese personaje es como todos deberíamos ser".
Dicho de otro modo: esas obras de arte te provocan un sentimiento motor: un ideal, en su versión emocional y racional, aunque esta última esté por completar. 
Eso me pasó otra vez al ver "El buscavidas", que así se tradujo "The Hustler", una película del 1961 ¡en blanco y negro! (En el link añadido se pueden leer datos interesantes...)

Me resulta muy complicado comentar lo que pretendo sin dar datos de la película. Así que algunos daremos. 
La película es un éxito porque, bien actuada y rodada, trata los temas humanos por antonomasia: la necesidad de amar y ser amado en esta vida, y sus sucedáneos engañosos, que quitan la vida, hasta literalmente.

Paul Newman, el protagonista, interpreta a un estafador de primera: un excelente jugador de billar. Un pasión humana noble que se ha convertido, por falta de carácter, en un problema grave para sí mismo y para los demás. Recuerda a "El Jugador", de Dostoievsky, que tan bien describe la figura del ludópata. 
El protagonista necesita, como siempre, dos elementos de tensión: uno hacia el bien y otro hacia el mal. Es simple, como la vida misma; y complicadísimo, como la vida misma. 
Por eso aparecen la chica, una lisiada mentirosa y borracha, y el elegante tipo que querrá aprovecharse del talento deportivo de Paul Newman para arruinarlo y apoderarse de él. Dos extremos de miseria, uno de los cuales es más fácilmente recuperable. 

Quisiera destacar, sobre todo, la relación de la chica con el protagonista. Me recordó mucho a la que tienen Raskolnikov y Sonia en "Crimen y castigo", esa otra gran obra de Dostoievsky. El amor al rescate, en resumen. El de verdad. 
Esa chica, a la que duramente hemos calificado aquí de lisiada mentirosa y borracha, es, además de todo eso, una persona dolida en su infancia, que busca recuperarse, redimirse. En el fondo, como todos, busca amar y ser amada, a pesar de que su superficie sea un nadar en sucedáneos: alcohol y sexo. Así, de hecho, comienza la relación con el protagonista. Al principio todo es para ellos sexo y borracheras: diversión y parche para el vacío que ambos tienen. Sarah, que así se llama la mujer, escribe en plena borrachera una frase para definir en una frase la relación que llevan entre los dos:
 «Hemos firmado un contrato de depravación y una impenetrable oscuridad nos rodea"
La versión española es diferente: «Hemos firmado un contrato de mutua tristeza», más suave. Algo mentirosa. 
El significado es claro: solo te sirvo para placer. Y tú. Ha estado bien. Pero no hablamos. Por eso estamos en una impenetrable oscuridad. Qué bien dicho: qué plástico y sincero y verdadero. Quien solo tiene sexo, depravación y oscuridad tiene. 

Más tarde, Sarah será capaz de mostrarle que hay algo más que sexo. Que el amor se compone de detalles y entrega. Pero para esto conviene ver la película. Dejo una fotografía que da pistas.

La película avanza, porque las dos tensiones tiran de la misma persona. Y hay que elegir. Finalmente, el conflicto está servido. No avanzamos más. 



Dejo aquí dos diálogos geniales. Que no los lea quien no quiera un buen spoiler.
 
En el primero, Eddie (Paul Newman) describe su pasión por el billar. Es una maravilla. 
En el segundo, explica que, a pesar de que su amor ha muerto, a él le había resucitado, a base de amor concreto y no solo sexo: correcciones, detalles.


Eddie: Lo eché todo a perder, quise hacer una demostración, para que vieran lo que es el billar cuando se juega bien, cuando hay clase. Todo se puede hacer a lo grande, con estilo, perfecto. Incluso, poner ladrillos puede tener arte y estilo si el albañil se esfuerza en hacer de ello una obra maestra. Cuando yo me lanzo, cuando me lanzo de verdad, siento lo que…  lo que el jockey montando un caballo de carrera, con toda la velocidad  y la potencia bajo sus pies. No puede contener la presión que le domina y sabe, sabe, cuando tiene que darle suelta y hasta qué punto. Todo trabaja al mismo tiempo, el ritmo, el tacto, es algo maravilloso, es una sensación grande, ves el objetivo y ves que lo has conseguido, y de pronto siento como alas en el brazo, y el taco forma parte de mí. Me doy cuenta, es positivo, tiene nervios. Un pedazo de madera, adquiere nervios. Incluso el sonido de las bolas, no tienes que mirar, lo sabes. Si, acabas de hacer una jugada formidable, juegas como ninguno, mejor que ningún jugador en el mundo.
Sarah: No eres un fracasado Eddie, eres un ganador. Hay quien no llega a experimentar esa sensación nunca. Te quiero Eddie…


Eddie: Nosotros le clavamos el cuchillo ¿verdad? Con que facilidad la matamos.
Bert: Mira, si no hubiera sido en Louisville, hubiera ocurrido en otro sitio, sino en ese momento hubiera pasado seis meses más tarde. Estaba completamente trastornada.
Eddie: Y acabamos de enloquecerla ¿No Bert? Seguramente no lo tienes atravesado en la garganta, porque lo habrás escupido como escupes otras cosas, pero a mí me ahoga, la quería mucho y la perdí en una partida. Pero eso no significa nada para ti, porque a ti no te importa nadie. Ganar! ganar dinero!. Eso es lo único importante. No sabes lo que es ganar Bert, pierdes todo, porque estás muerto por dentro. Y no puedes vivir sin matar todo cuanto te rodea. No Bert, tu precio es demasiado alto. Aceptarlo sería decir que ella no existió, que no murió, y los dos sabemos que no es cierto, ¿verdad que lo sabemos? Vivió y murió. Mira, será mejor que les digas a tus hombres que me maten Bert, que acaban conmigo de una vez, porque si me dejan con vida, reuniré los pedazos que queden de mí y por mi madre, por mi madre Bert, te juro que volveré aquí para matarte…

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