Releyendo La Odisea en 2025: Canto XII (Miedo: cobardías y fortalezas; liderazgo: prudencia y manipulación)
En el Canto XII de la Odisea, nuestro esforzado héroe regresa con Circe, y ella le profetiza los próximos peligros, que son de los más conocidos, a la vez que le asegura que sobrevivirá. Primero se enfrentan a las Sirenas y luego deben elegir entre Escila, monstruo de seis cabezas, y Caribdis, un remolino devorador de agua y todo lo que se ponga por medio. Pierden a seis hombres pero los demás siguen con vida. Después, llegan a la isla de Helios, donde los marineros desobedecen y matan el ganado sagrado, provocando la ira de los dioses y la muerte de todos excepto Ulises.
En este canto se narran de nuevo varios enfrentamientos de Ulises con el mal, con su destino fatal. Podemos reflexionar sobre los diferentes tipos de males y las diferentes reacciones que, prudente y fuertemente —virtuosamente, dicho de otro modo—, se pueden tener frente a ellos.
Porque no es lo mismo un mal contra el que uno no puede hacer nada, que uno evitable. Y de esos dos tipos son los males que profetiza Circe a Ulises.
Vayamos al primero.
El episodio de las Sirenas es, probablemente, el más conocido de La Odisea o, como mínimo, el más usado para enseñar alguna moraleja. Es sencillo hacerlo, porque en él se muestra una posible solución a una situación bastante frecuente: ¿cómo actuar ante el mal que contiene a su vez algo de bien?
Llegarás primero a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro. Aquel que imprudentemente se acerca a ellas y oye su voz, ya no vuelve a ver a su esposa ni a sus hijos pequeñuelos rodeándole, llenos de júbilo, cuando torna a sus hogares; sino que le hechizan las sirenas con el sonoro canto, sentadas en una pradera y teniendo a su alrededor enorme montón de huesos de hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo. Pasa de largo y tapa las orejas de tus compañeros con cera blanda, previamente adelgazada, a fin de que ninguno las oiga; mas si tú desearas oírlas, haz que te aten en la velera embarcación de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil, y que las sogas se liguen al mismo; y así podrás deleitarte escuchando a las sirenas. Y caso de que supliques o mandes a los compañeros que te suelten, átente con más lazos todavía.
¿Qué le manda hacer Circe a Ulises, en caso de que quiera escuchar a las Sirenas, que le prometerán un aumento de sabiduría que conlleva un gran mal: la pérdida de la vida? Veamos primero sus palabras y luego lo que Circe señala.
—¡Ea, célebre Odiseo, gloria insigne de los aqueos! Acércate y detén la nave para que oigas nuestra voz. Nadie ha pasado en su negro bajel sin que oyera la suave voz que fluye de nuestra boca; sino que se van todos después de recrearse con ella, sabiendo más que antes; pues sabemos cuántas fatigas padecieron en la vasta Troya argivos y teucros, por la voluntad de los dioses, y conocemos también todo cuanto ocurre en la fértil tierra.
Así dicen. Circe, con sus palabras, marca otro camino. Parece recomendarle algo muy diferente: que conozca su debilidad: que suvoluntad no es omnipotente, pero que puede usar la de otros, siempre que no estén bajo los efectos de quien nubla la tuya. Toma —señala, a su manera— lo bueno y haz lo posible para impedir lo malo. Sabe que vas a tener grandes deseos de lo que obligatoriamente lleva consigo además lo malo. Pon los medios para no hacerlo, para no dejarte llevar: déjate ayudar. Manda que no te dejen hacer lo que, seguramente, dirás que quieres. Ten amigos que te digan que no se doblen, que sepan que eso sí, y aquello, no, aunque les digas lo contrario. Reconoce que eres falible y débil y limítate en tus posibilidades sabiendo que no todas las quieres, aunque te apetezcan. Decídelas tú. Ponte, en resumen sencillo, un filtro: que quite lo que no quieres de eso que sí quieres; limita el contenido, sabiendo desde el principio que está allí, con el que sí quieres ver.
Es impresionante cómo, depeniendo de en qué fijemos nuestra atención, queda enaltecida la decisión de Ulises o empequeñecida su fuerza de voluntad. El adicto, como cada vez recuerdan más los psicólogos, tiene su salvación en la sincera reflexión y aceptación de su debilidad, y en la ayuda exterior, más que en su voluntad. Recomiendo ya el libro "Querer no es poder", que tan bien explica las raíces inimaginables de las adicciones, y tanto ayuda a superarlas, sin caer en lo sencillo y, por eso, falso.
Para acabar con la reflexión sobre este primer tipo de mal, añadamos algo, aunque tenga importancia anecdótica: a fin de cuentas, no es Ulises esta vez quien diseña su ingenioso plan, por mucho que luego se atribuya los buenos resultados. Es Circe quien le dicta lo que debe hacer. Él solamente obedece. Que no es poco, añado ahora. Es prudente quien se deja aconsejar, aunque luego deba decidir él si seguir o no el consejo recibido. De hecho, a la hora de transmitir a la tripulación sus ideas, les da la autoridad de la hechicera Circe:
Nos ordena lo primero rehuir la voz de las divinales sirenas y el florido prado en que éstas moran. Manifestóme que tan solo yo debo oírlas; pero atadme con fuertes lazos, de pie y arrimado a la parte inferior del mástil —para que me esté allí sin moverme—, y las sogas láguense al mismo. Y en el caso de que os ruegue o mande que me soltéis, atadme con mas lazos todavía.
El segundo tipo de mal del que podemos hablar aparece al hablar de Escila y Caribdis, los dos monstruos marinos. Refiriéndose a Escila, explica Circe algo muy diferente a lo anterior:
Contra ella no hay que defenderse; huir de su lado es lo mejor.
Importante lección. Hay situaciones que superan nuestras fuerzas en ese momento. A veces, lo más prudente es huir: salir de esa situación, si no se ha podido evitar estar. Quedar, a los ojos del necio, como un cobarde, sí. Pero vivir. Los seis marineros que son engullidos por ella dan fe de lo dicho. En el caso de Ulises es, sin duda, el destino fatal, ciego. (Es oportuno recordar ahora que la palabra "fatal" proviene del latín "Fatum", destino ciego. El hombre, libre como es, considera malo ese destino ciego. De ahí "fatal", que significaba "relacionado con el destino", haya acabado significando algo malísimo: algo fatal). Parece que Ulises no puede evitar ese mal.
Sobre la tercera cosa que profetiza Circe a Ulises –que si toca a los sagrados ganados de Helios, tendrán mal destino—, podemos añadir una reflexión sobre el liderazgo, la prudencia y la manipulación.
La soledad del líder. Es una de sus debilidades, tantas veces. ¡Qué buena praxis de gobierno es no decidir las cosas solo! Quizás sea inevitable —y fuente de tensión y agotamiento— hacerlo algunas veces. Pero es prudente, ya se ha comentado arriba, pedir consejo. Leamos la respuesta de Ulises a Euríloco, que se quejaba delante de todos de no cuidarles y dejarles sin comer, porque no se había previsto parar a comer, al querer huir deprisa:
—¡Euríloco! Gran fuerza me hacéis porque estoy solo. Mas, ea, prometed todos con firme juramento que si damos con alguna manada de vacas o grey numerosa de ovejas ninguno de vosotros matará, cediendo a funesta locura, ni una vaca tan solo, ni una oveja, sino que comeréis tranquilos los manjares que nos dio la inmortal Circe.Así les hablé; y en seguida juraron, como se lo mandaba.
Y sucedió —nunca mejor dicho— lo inevitable y fatal: que se quedaron sin viento y "tan pronto como, agotados todos los víveres de la nave, viéronse obligados a ir errantes tras de alguna presa —peces o aves, cuanto les viniese a las manos—, pescando con corvos anzuelos, porque el hambre les atormentaba el vientre". Comienza el momento de prueba: ahí se va a ver la lealtad de sus compañeros. Y lo pérfido de la manipulación:
Euríloco comenzó a hablar con los amigos para darles este pernicioso consejo: —Oíd mis palabras, compañeros, aunque padezcáis tantos infortunios. Todas las muertes son odiosas a los infelices mortales, pero ninguna es tan mísera como morir de hambre y cumplir de esta suerte el propio destino. Ea, tomemos las más excelentes de las vacas de Helios y ofrezcamos un sacrificio a los dioses que poseen el anchuroso cielo. Si consiguiésemos volver a Ítaca, la patria tierra, erigiríamos un rico templo a Helios, hijo de Hiperión, poniendo en él muchos y preciosos simulacros. Y si, irritado a causa de las vacas de erguidos cuernos, quisiera Helios perder nuestra nave y lo consienten los restantes dioses, prefiero morir de una vez, tragando el agua de las olas, a consumirme con lentitud, en una isla inhabitada.
Hay que reconocer que la argumentación tiene su sentido... pero es perniciosa, tal y como Homero la califica. Porque va en contra de su palabra. Y porque sí tenían de donde sacar comida: "peces o aves, cuanto les viniese a las mano". Solo que es más cómodo.
No hace falta decir cómo acaba la desobediencia: la muerte a manos de Zeus para todos los que no hicieron caso de su propio juramento.
Es un modo más que visual de mostrar la destrucción interior de quien mienta y perjura. Muy griego, eso sí.
Lejos de nosotros los Eurílocos de la vida. Y alejémonos de serlo nosotros mismos.
PS. No me privaré de añadir aquí un gran temazo de The Police, en el que se cita a a Escila y Caribdis: Wrapped around your finger.
Comentarios