Releyendo La Odisea en 2025: Canto XV (hospitalidad, alma-cuerpo, buen trabajo y liderazgo)


En el canto XIV, Odiseo llega disfrazado a la cabaña de su porquero Eumeo, uno de sus sirvientes más fieles. Eumeo lo recibe con hospitalidad sin saber quién es, y critica a los pretendientes por abusar de la casa de su amo ausente. Odiseo inventa una historia sobre su origen para ocultar su identidad. 

Vamos a comentar cuatro aspectos hoy, bastante dispares.

En primer lugar, la hospitalidad. 
Sabido ya que Homero disfruta poniendo a sus personajes nombres con significado simbólico, no he tardado en buscar de dónde saca el de Eumeo. Sobre todo por el "Eu", un fácil "bueno" al inicio. Pues bien, ese nombre (Εὔμαιος en griego antiguo) tiene al parecer una etimología que se deriva del griego antiguo, específicamente de las palabras "eu" (εὖ) que significa "bueno" o "bien", y “μαις” (maios), que es un sufijo que sugiere relación con un estado o condición. Un buen hombre. Y sí lo es, visto el relato. 

(Pero antes de citar un texto en que se ve el buen carácter y hacer de Eumeo, no quiero dejar de presentar, ni que sea entre paréntesis y brevemente, el trato que nuestro protagonista hoy da a los cuatro perros. No se me malentienda, ni al propio cuidador de cerdos: Eumeo es, como veremos en breve, un trabajador ejemplar. Y trata a sus animales con cuidado, pero sabe que son animales y que hay que mandar sobre ellos. Por eso, al entrar Odiseo en escena vestido de pobre hombre y con las arrugas y bastón propios de un anciano, y ver que sus cuatro chuchos vigilantes se lanzan sobre él, la reacción es rápida y contundente:
les dio voces, los echó a pedradas a cada uno por su lado
Sin ser experto en doma de perros, me temo que no se hace a base de abrazos).

Sigamos adelante con el diálogo entre Odiseo y Eumeo que muestra, más que la hospitalidad, su motivo: la razón profunda de lo hospitalario que es el porquerizo. Esta benevolencia con los extranjeros, precisamente por serlos, ya la habíamos comentado a lo largo de los pasados cantos. Tiene su causa en el respeto por el hombre, pero no por el hombre mismo, sino por su relación con la divinidad. Es, quizás, una relación no muy clara, si se quiere. Pero ahí está ya:
—¡Zeus y los inmortales dioses te concedan, oh huésped, lo que más anheles; ya que con tal benevolencia me has acogido! 
Y tú le contestaste así, porquerizo Eumeo: 
—¡Oh forastero! No me es lícito despreciar al huésped que se presente, aunque sea más miserable que tú, pues son de Zeus todos los forasteros y todos los pobres.
El judeo-cristianismo da algunos pasos más y se atreve a hablar del hombre como imago Dei, imagen de Dios. Y lo hace desde el primer libro de la Biblia, el Génesis, hasta el último, el Apocalipsis.

Pasemos al segundo aspecto que queríamos comentar: la relación alma-cuerpo y muerte
Cuando Odiseo ha repuesto sus fuerzas, tomando de lo que Eumeo ha preparado, el propio porquerizo habla de su amo, que cree haber muerto, y con el que habla sin advertirlo:
Mas ya los perros y las veloces aves han debido separarle la piel de los huesos, y el alma le habrá dejado; o quizás los peces lo devoraron en el ponto y sus huesos yacen en la playa, dentro de un gran montón de arena.
"El alma le habrá dejado". Su espíritu, lo que le daba vida, le habrá abandonado. En otras palabras: está muerto. Así se entiende en La Odisea la muerte. Platón y Aristóteles tardarán cuatro siglos más en explicar con más calma —y de modo diferente entre sí— este aspecto. Darán sus razones, pero lo explicarán del mismo modo: el hombres es alma y cuerpo, y cuando se separan, se da la muerte. El alma no es corporal. Pero, de algún modo, está en el cuerpo. La pregunta es directa: ¿dónde está el alma en el cuerpo, y de qué modo?
Quisiera ahondar en este aspecto, pero me temo que no es el lugar. Lo propio de este escrito es, sin embargo, provocar al lector a seguir investigando. Y eso haremos, de la mano de uno que hizo lo mismo: santo Tomás de Aquino
En efecto, fue —siguiendo a su maestro, san Alberto Magno— el que tomó a Aristóteles como modelo filosófico. Intentó entenderlo. Y vio que sus modos de hablar eran compatibles con la visión del mundo que la Biblia ofrecía. Y, en este caso, con La Odisea, en grandísima parte. 
Dice en la Suma Teológica (I, q. 76, a. 8, ad 1) dice:

"El alma está en todo el cuerpo y en cada parte de él, pero no del mismo modo que una parte del cuerpo está en otra, sino como aquello que da el ser y la vida al cuerpo y a cada una de sus partes."

Nos vamos a limitar a dejar las referencias de los textos, para que cada cual prosiga, si quiere. 
Sobre el hombre compuesto de alma y cuerpo y sobre la esencia del alma, Santo Tomás habla en parte primera de la Suma teológica, en la cuestión 75. Aquí: https://hjg.com.ar/sumat/a/c75.html
En la siguiente cuestión, la 76, se sigue abundando sobre esta relación y se trata "sobre la unión alma-cuerpo", (https://hjg.com.ar/sumat/a/c76.html), y santo Tomás —el gran subestimado—se hace estas interesantes preguntas (sobre todo, la cuarta, de la que añada link):
1. El alma, ¿es o no es cuerpo?
2. El alma humana, ¿es o no es algo subsistente?
3. Las almas de los animales irracionales, ¿son o no son subsistentes?
4. El alma, ¿es o no es el hombre? (Avance editorial y réplica a Descartes antes de nacer: no)
5. El alma, ¿está o no está compuesta a partir de la materia y de la forma?
6. El alma humana, ¿es o no es corruptible?
7. El alma y el ángel, ¿son o no son de la misma especie?

El tercer aspecto, menos profundo y más abundante en la obra de Homero, es el alcohol y sus consecuencias. 
Es célebre —como el mismo texto en que Homero lo explica— la incapacidad de callar de quien está ebrio. Dicen que solo dicen la verdad sin remedio los niños y los locos y los borrachos. Leamos la genial manera en que  Odiseo lo apunta:
—¡Oídme ahora, Eumeo y demás compañeros! Voy a proferir algunas palabras para gloriarme, que a ello me impulsa el perturbador vino; pues hasta al más sensato le hace cantar y reír blandamente, le incita a bailar y le mueve a revelar cosas que más conviniera tener calladas.
Increíble, divertida ("reír blandamente" es un recurso literario de primera) y detallada enumeración de las negativas consecuencias de la sobreingesta de vino. Imprudente es —además de poco templado— quien se pasa en la bebida. 
Añadiría lo sabido por todos: que no solo le incita a hablar, "revelar cosas", sino a hacer. Y hay quien atropella a alguien por estar borracho, y hay quien pega, y hay muchas otras cosas. 

Para concluir, el cuarto aspecto: la gran profesionalidad de Eumeo, y el liderazgo de Odiseo.
Después de darle de comer, le prepara una cama lo más mullida posible. Odiseo, en una metáfora poco metafórica y más bien directa que indirecta, explica que querría un manto para dormir. Eumeo se lo dará. Dicho lo cual, se irán todos a dormir, juntos, separados de los cerdos. Salvo Eumeo, que es un trabajador "solícito", que dedica su esfuerzo cuando nadie parece verle. Su amo, a quien cree fallecido, está claro que no: 
De este modo se acostó Odiseo y cerca de él los jóvenes pastores; mas al porquerizo no le plugo tener allí su cama y dormir apartado de los puercos; sino que se armó y se dispuso a salir, y holgóse Odiseo al ver con qué solicitud le cuidaba los bienes durante su ausencia. 
Eumeo es un trabajador bueno, que hace lo correcto aunque no le vean. 
Y Odiseo, un buen amo, un buen líder, porque se fija en estos detalles, que tal vez pasen desapercibidos a otros. Y porque los valora en su justa medida.

Mucho en La Odisea rezuma un modo de ver el mundo que pasó después a nosotros. Son cosas pequeñas, pero muy humanas y muy nobles y aprovechables. 

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