El deporte, la concentración, la educación y la religión

Menudo poti-poti, ciertamente. ¿Qué tienen en común? Tal vez lo aclare dos sucesos que vi ayer en la tele. Primero: ayer perdió Nadal, aunque no quería fijarme en eso, sino en el envoltorio de su derrota, en el ritual tenístico, por llamarlo de alguna manera. El deporte, actual religión pagana, con sus ídolos, sus sacerdotes y sus ceremonias más rígidas, y vacías, que las que mucho hijo de vecino criticó en su tiempo, se lleva gran parte de nuestra atención. Además, me volvió a chocar el silencio sepulcral que se lograba en pocos segundos en el partido de tenis. Siempre hay algún memo que intenta ganar su segundo de gloria con un grito más o menos desafortunado, pero, por lo general, hay silencio. Porque, así se entiende, el tenista lo necesita. Maleducado quien no calle. En cambio, nuestros estudiantes hacen sus deberes con música. Me río yo. Segundo: Lorenzo ganó, y, aunque la tele intenta que no se vean, pudimos ver un segundo escaso las imágenes de las mujeres trofeo con ropa prieta y sonrisa también prieta. ¡Qué hipocresía social la nuestra!: mucha violencia de género, ¡que la hay y es deplorable!, y luego tenemos en directo la entrega de premios made in Torrente IV: ¿es lo que hay?, ¿debemos dar por hecho que el público quiere carne femenina envasada a todas horas? ¿Tan difícil es que alguien bien vestido dé los premios con más humanidad?
 

Comentarios