Dostoievsky y las lecturas veraniegas

Es lo que tienen los grandes escritores: sus obras suelen estar llenas de buenas ideas expresadas de excelente modo. 
Tuve la ocasión de ver en un armario "La dulce", ese librito de Dostoievsky. Y me lancé sobre él. Ni sabía que existiera. Leí la entradilla que el propio autor escribió como nota antes de la lectura. Y ya me enganché.

Comento ahora tres cositas, a ver si alguno se anima y lo lee. Son pocas páginas: ojalá fueran más.

1. "La verdad es la verdad. Y ni el mismo Mill puede evitarlo". Una de mis favoritas del libro. John Stuart Mill, ese filósofo a quien se le atribuye haber fundado la escuela ética apellidada utilitarista: vamos a dejarnos de verdades y a ser prácticos. Pues, no, amigo Mill: la verdad es la verdad. Aquí, de un plumazo, Dostoievsky apunta (no explica) que la verdad es independiente de nosotros, y no al revés. Por más que quiera, la verdad de las cosas no depende de mí. Ni siquiera la verdad sobre mí. Al menos de modo absoluto. Eso es un misterio sorprendente. 

2. "¡Oh, qué huracán de pensamientos y sensaciones atravesó mi alma en menos de un segundo!  ¡Viva la rapidez del pensamiento humano!". Muy típico de Dostoievsky, este monólogo interior en que el sujeto se analiza a sí mismo, y salta a la generalización de lo que el ser humano es. De mi yo al conjunto de los hombres. Y, en este caso que nos ocupa, un bonito alegato a nuestra propia inteligencia, tan rápida a veces. Y tan patosa y lerda en otros momentos. 

3. La foto. La hice porque me daba pereza escribir la nota. Ahí está una bonita descripción de la juventud. La magnanimidad de la juventud: el espíritu grande, la generosidad. Nos viene bien recordarlo. El joven es fogoso. La realidad lo pone en su sitio. Es la vida misma. 
Lo bueno de la frase es que exista: que Dostoievsky la saca de su chistera. 

Lo dejo aquí porque el librillo merece ser comido, y no sólo mordisqueado.
Feliz verano.


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