Horacio y don Álvaro del Portillo (paradojas varias)


(Este post lo quise colgar en el viaje de ida a Madrid, el 24 de septiembre. No pude)

¿Qué tienen que ver Horacio y el nuevo beato, Álvaro del Portillo? Horacio es el creador de un tópico literario, el "beatus ille", esa expresión que se ha ido repitiendo por el acierto que tiene. La idea es sencilla y está bien dicha: feliz quién puede retirarse del ruido de lo diario y retirarse a la calma.

Ahí va la traducción al castellano de los primeros versos de su famoso poema:

“Feliz aquel que, ajeno a los negocios,
como los primitivos,
labra tierra paterna con sus bueyes
libre de toda usura;
que no oye el agrio son de la corneta,
ni teme el mar airado,
y evita el Foro y las soberbias puertas
de los más poderosos;
y los largos sarmientos de las vides
une a los altos álamos,
o contempla de lejos su vacada
en un valle apartado;

¿Y qué? Pues que a Álvaro del Portillo le van a beatificar: van a declararlo beatus, beato, feliz. La paradoja está en que se hizo feliz ("santo" es la otra traducción de beatus, cosa que tiene su gracia ) de un modo muy contrario al de Horacio. No sólo no se ausentó del fragor de la batalla y del mundanal ruïdo, sino que -fiel al espíritu del Opus Dei- se metió de lleno en él: feliz aquel que se mete en el mundo hasta el fondo, para darle la vuelta, como a un calcetín.
Eso han hecho muchos Álvaros del Portillo.

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