Futuro y educación (II)

El futuro. La esperanza. Los horizontes. De todo esto vamos hablando por estos lugares últimamente.

Abundemos. 
Fui a comprar libros y, en la primera página de uno -no pienso nombrarlo aún porque no lo he leído-, venía la cita de Newman que se ve en la foto.
Newman, ese inteligentísimo y piadoso hombre que se convirtió y fue desde ese momento, si se me permite decirlo de modo tan tonto, fiel a su apellido: un nuevo hombre.

Es llamativa y poderosa la manera que tiene Newman de hablar aquí: añoranza del futuro. Las paradojas funcionan muy bien como catalizadores de la mente: lo encienden y aceleran. ¿Cómo puede echarse de menos el futuro?

Dicen algunos pensadores contemporáneos que el hombre es un animal que promete: está por encima del tiempo. Esa capacidad no física le convierte muchas veces en un ser infeliz. No vivimos solamente en el aquí y ahora, lo cual nos permite predecir el futuro. Y esperar cosas de él: situaciones favorables. La inteligencia se encarga de ello mediante un análisis y una proyección hacia adelante. Sea como fuere, viene otra vez como anillo al dedo la frase de Hamlet: 
" ¿Qué es el hombre, si el principal bien y el interés de su vida consistieran tan sólo en dormir y comer? Una bestia, nada más. Seguramente, Aquel que nos ha creado con una inteligencia tan vasta que abarca lo pasado y el porvenir no nos dio tal facultad y la divina razón para que se enmoheciera en nosotros por falta de uso".

¿Por qué nos faltan tan a menudo esperanzas y futuros hoy día? Porque los horizontes de sentido en le hombre -como recuerda Shakespeare- tienen que ir centrado en algo que esté más allá del comer y del beber y de la felicidad puesta en ellos. 

Acabaré con dos anécdotas reales de estos días de colegio. 
Un chaval me dibuja en una hoja un pico y señala un punto en la cima. "Ahí estamos Zumbero (ese precioso nombre que me invento ahora) y yo: para cambiar el mundo".
Otro, me entrega una redacción-castigo, por llegar tarde a clase. "Para llegar a ganar las olimpiadas del 2020 hay que sacrificar cosas y entrenar. A veces llegaré tarde. Es un precio que pagar. Ya le enviaré entradas para que venga a vernos ganar las medallas a Mistero (idem que Zumbero) y a mí".

Son dos tonterías, si se quiere. Pero los cuatro personajes tiene un horizonte de sentido, un futuro esperanzador, que les hace luchar. Ya citamos los versículos bíblicos el otro día, pero de vuelta vienen: "la esperanza hace arar al que ara".
Ni que decir tiene (pero voy a hacerlo) que los cuatro tipejos trabajan como el que más. Y hacen rendir sus talentos.
Citemos a Antoine de Saint-Exupery para acabar de redondear: 
"Si quieres construir un barco, no movilices a gente para que consigan madera y no les asignes tareas y trabajos, sino mejor enséñales a suspirar por la inacabable inmensidad del mar". 



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